Primer viaje de la Curva y primera exhibición. Este grupo de jóvenes son un orgullo para el valencianismo. Sin incidentes y con muchos decibelios en sus gargantas durante noventa minutos. Es la seña de identidad de este nuevo grupo de animación con el que el Valencia nunca va a estar solo. Como ayer en el Bernabéu. Los jugadores se sintieron tan arropados durante el partido que al final fueron al córner para darles las gracias. Con aplausos y a grito de «esta es la afición de un Valencia campeón». Un final increíble. Pelos de punta. Piel de gallina. ¡Que viva la curva!

El partido había empezado muy pronto para la nueva curva valencianista. Ocho autobuses partieron cargados de Senyeras, banderas, bufandas y mucha ilusión. También viajó un autobús de l'Agrupació y cinco peñas por su cuenta. En total, cerca de 600 personas abarrotaron una de las esquinas del Bernabéu e hicieron lo que parecía imposible, silenciar con sus cánticos a la afición blanca.

A las 17:45 llegaban los autobuses de la Curva al Paseo de la Castellana. Los ecos de sus cánticos se empezaban a escuchar en Madrid. Una puesta en escena espectacular con ánimos, gritos de guerra, aplausos y brazos al viento. La cosa prometía. Lo primero que hicieron los jugadores al pisar el césped fue saludar a los valencianistas que poblaban uno de los rincones del Bernabéu repleto de Senyeras. «Madridista el que no bote». El Bernabéu respondía con pitos y la megafonía subía de manera obligada. Empezó el partido y empezó la fiesta. «¡Qué bote Mestalla!», «¡Curva Nord!». Ponía la piel de gallina. «Ese portugués...». Fue ahí cuando reaccionó la afición blanca. Empezaba el pique entre Ultras Sur y Grada Jove. «Pedja Mijatovic», cantaban los blancos. «Sí. sí, sí, nos vamos a París», incidían en la herida. No se quedó callada la Curva. «Illa, illa, illa, Villa maravilla».

Con el gol de Higuaín, la Grada, lejos de arrugarse, tiró del carro y grito más fuerte que nunca el «¡Valencia, Valencia!». El equipo reaccionó. «¡A por ellos, oé!». Y con ese empuje el equipo empezó a creérselo. Hasta que llegó el envío de Tino y el cabezazo de Jonas. La grada saltaba y gritaba de alegría. Su primer gol como visitante sabía mejor que nunca. Volvían a ser los reyes del campo. Nunca habían dejado de serlo. El equipo empezó a flaquear, pero allí estaba la Curva para darle aliento y para celebrar las paradas de Alves. A falta de cinco minutos sonaban los «¡olé, olé!». Lo mejor estaba por llegar. La explosión de alegría. La Curva volvía a casa con la garganta destrozada, pero con la satisfacción de haber llevado en volandas al equipo.