No hay que darle más vueltas. Vista mil veces la repetición, la pifia en el remate de Soldado en San Mamés fue contraria al orden natural de la cosas. El delantero equivocó de manera impropia una maniobra a un metro de la línea de gol que en condiciones normales hubiera acabado en celebración sí o sí. Al nueve se le encasquilló el gatillo de su pierna derecha y el balón salió escupido por su bota izquierda produciendo un globo increíble por encima del larguero. Fue una acción inverosímil. Primero, por la trayectoria que describió la pelota. Y segundo, porque si algo tiene Soldado es contundencia en ese tipo de situaciones. Esa clase de errores resulta ajena y extraña para un delantero cuya marca de la casa es la eficacia al primer toque dentro del área. Un ejercicio que Roberto domina como pocos delanteros en Primera División. La naturaleza de sus goles lo demuestra. Veinte ha conseguido en lo que va temporada y sólo en tres ha necesitado distraer más con la pelota al rival.

Depredador de área, es en esa parcela del campo es donde de verdad resulta determinante. Domina el espacio, arranca al límite, busca romper líneas con sus desmarques y define con determinación en el mano a mano. Cuando no llega con el pie pone la cabeza. Acude veloz al primer palo y llega con puntualidad al lugar exacto en el momento preciso. Además, resulta casi infalible desde el punto de penalti. Desenfunda rápido y es instinto puro. No se lo piensa. La llave de su fútbol es que no deja tiempo para que los rivales reaccionen. Es un atacante de cuchillo entre los dientes. No hace prisioneros. De esa manera ha dejado auténticos golazos esta temporada, como los que consiguió ante el Atlético o el Levante. Bang, bang. Dos remates secos, imposibles para Courtois y Munúa.

Ejercicio de personalidad

El proceso es tan sencillo como complejo de ejecutar. Similar en el fondo y en la forma a la vocación de otros nueves como el mítico Pippo Inzaghi, Hugo Sánchez —que en la temporada 1989/90 hizo 38 goles en 35 partidos, todos ellos al primer toque— o Radamel Falcao, aunque los registros del colombiano son palabras mayores.

Con la excepción de Leo Messi o Cristiano Ronaldo, los dos únicos goleadores autosuficientes en el balompié español, el resto de mortales necesita un buen sistema de abastecimiento. Soldado es un delantero capaz de asociarse y devolverla con criterio, el mismo se empaña en participar, sin embargo, necesita la actuación coral de sus compañeros para encontrar su mejor rendimiento. Sin producción de fútbol o un alto volumen de llegadas termina como un naufrago en una isla desierta. Las defensas rivales son capaces de aislarlo, como sucedió, por ejemplo, en los dos partidos de la eliminatoria ante el Paris-SG. Soldado lo peleó, pero se perdió en el fragor de la batalla. Lo que sucedió ante el Athletic en La Catedral fue un asunto diferente, una situación paranormal.

Los números de este curso son tendencia. El curso pasado, Soldado firmó treinta goles y 24 llegaron al primer toque. Palabras mayores. Como esta temporada, todos se produjeron en el área. Al punta valencianista no se le conocen más de tres toques para resolver: Uno para controlar, otro para desacerse del portero y el último para definir. No hay más. En ocasiones, sobra con dos. En el entrenamiento del martes, Valverde trabajó la puntería. Dispuso un ejercicio con mini porterías para trabajar la precisión y la ejecución a un toque. Soldado comulga con la idea. Sus goles deben ser fundamentales para estar en la próxima Liga de Campeones.