Ya queda lejos el ilusionante 1 de agosto de 2007, cuando una veintena de aficionados se acercaron a las 11.25 horas para ver cómo las primeras excavadoras comenzaron a limpiar la superficie donde se construiría el Nou Mestalla. No se querían perder un momento histórico, la mayoría sacaron sus cámaras para inmortalizarlo. «La constructora dispone de 24 meses para finalizar las obras del nuevo estadio», se aseguró. Desde ese día, cuando los aficionados valencianistas paseaban o cruzaban con su vehículo por la Avenida de las Cortes se recreaban viendo lo que iba a ser su futura casa. Sería 5 estrellas, se quería aspirar a albergar la final de la Champions de 2011, el aforo sería de 73.000 espectadores? Juan B. Soler diseñó un plan por el cual el Valencia financiaría al completo la obra, en una muestra de autoridad. «Solos podemos» repetían una y otra vez, hasta que el sueño se convirtió en pesadilla. En febrero de 2009 se acabó el dinero, las obras quedaron paralizadas hasta hoy. Hace unos días, el 10 de marzo, muchos de los valencianistas que se acercaron a ver cómo se ponían los primeros pilares del Nou Mestalla acudieron a Bilbao y se acercaron con melancolía a ver el nuevo San Mamés Barria. El 26 de mayo de 2010 se puso la primera piedra, a mediados de septiembre está previsto que compitan. Esta semana ya les han comunicado a los socios la butaca que ocuparán. «Y el nuestro, ¿para cuándo?», se preguntaban los aficionados blanquinegros en Bilbao. Nadie tiene una respuesta.

A día de hoy no es ni un asunto prioritario para el club, pero la realidad evidencia que esa muestra de soberbia por parte del Valencia con Juan B. Soler al frente de la entidad es precisamente lo que nunca debe hacerse. Fue un querer y no poder. Creerse más de lo que era. ¿Por qué? Ni se acertó a la hora de proyectar un campo acorde a la realidad del Valencia, ni tampoco en la financiación. Mientras Soler prefirió que el club financiara exclusivamente el proyecto, fijando un presupuesto de 350 millones de euros (sin tener cerrada la financiación, de ahí que se pararan las obras), el modelo del Athletic apostó por crear una sociedad con cinco socios: el Gobierno Vasco (aporta 55 millones de euros), la Diputación de Bizkaia (invierte 55 millones de euros), el Ayuntamiento de Bilbao (desembolsa 11 millones), el banco BBK (paga 55 millones) y el Athletic Club (con una inversión de 42 millones). En total 218 millones de presupuesto, cuando el Valencia ha invertido ya 150 millones que no han servido prácticamente para nada, de un presupuesto total de 350. Y esta situación plantea muchos interrogantes, pero también desvela una realidad: la crisis económica existe, pero también se puede construir un nuevo estadio cinco estrellas con un presupuesto austero pero suficiente para ver a un equipo compitiendo al fútbol. ¿Por qué no se optó por una financiación conjunta entre varios socios? «La unión hace la fuerza siempre, en todos los ámbitos de la vida, pero el Valencia pensó que podría construirlo sólo y fíjate», repiten algunos socios. Las obras llevan paralizadas más de cuatro años.

Cuando acabe la temporada se derrumbará la fachada de la tribuna del actual San Mamés pero se aprovechará su estructura, que será la última ´pata´ del nuevo estadio, de ahí que actualmente los aficionados que acuden a San Mamés vean sólo tres cuartas partes. Y será un estadio de fútbol exclusivamente, aunque sí tendrá varios espacios para las instituciones públicas. San Mamés Barria comienza a ser una realidad, el Nou Mestalla se ha convertido en una pesadilla.