El marcador en Mestalla reflejaba un empate a cero bueno para todos. El Valencia era matemáticamente tercero y estaba clasificado para la Liga de Campeones, el Villarreal salvado de toda amenaza de descenso. En ese momento en el palco habrían firmado dejar pasar los minutos que faltaban y despedirse con un apretón de manos, pero la que se estaba viviendo en el terreno de juego era otra historia. El Valencia, en el último partido de Unai Emery en Mestalla, buscaba la victoria con ahínco, casi con vehemencia, delante de un equipo agazapado y presa de los nervios. Un balón colgado al área lo redirigió de cabeza Aduriz hacia la posición de Jonas, que ganando la ventaja a su marcador lograba perforar la portería de Diego López. Fue, para colmo, en el último minuto. Las caras de incredulidad en el palco hablaban por sí mismas. Días después, con la derrota en El Madrigal ante el Atlético de Madrid se consumaba la tragedia 'grogueta'. Ahora el Villarreal ha vuelto, y no olvida.

Así será el primer enfrentamiento de la temporada entre dos clubes que un día fueron algo más que hermanos, pero cuya historia en los últimos años está mucho más marcada por los desencuentros. Ese gol de Jonas que dejaba al Villarreal al borde del precipicio tuvo una de las celebraciones más intensas que se recuerdan en el coliseo valencianista en los últimos años, tanto en el césped como en la grada. No es casualidad. Tradicionalmente, las derrotas del Valencia en El Madrigal también han sido celebradas de manera efusiva, en la grada y en el palco. Nunca ha sido un feudo fácil para el conjunto de Mestalla y hoy más que nunca el equipo de Djukic no puede esperar otra cosa que un recibimiento especialmente hostil.

Si la venganza es un plato que se sirve frío, este es el día perfecto para el Villarreal. Ha pasado el tiempo y han cambiado muchos jugadores, pero la historia sigue viva. Allí encontrará el Valencia un rival hipermotivado en busca de la victoria, con todas sus armas. Lo sabe Miroslav Djukic cuando habla de "la gran batalla" que les espera, porque el submarino saldrá a torpedear el todavía inestable y dubitativo proyecto valencianista ya sea por orgullo o simplemente por alejarlo en la clasificación. El buen comienzo convierte al equipo de Marcelino en uno de los aspirantes a la plaza de Champions que ambos persiguen, y que empezará a quedar lejos para los de Djukic en caso de sufrir una nueva derrota.

Poco más de sesenta kilómetros separan Valencia de Villarreal, pero el peaje desde aquel gol de Jonas es prohibitivo. Ni tirando la casa por la ventana pudo Llorente convencer a Roig de que le vendiera a Bruno Soriano, que con la herida del descenso todavía reciente se resignó a jugar en segunda justo cuando la Roja llamaba a su puerta.

Este último verano el Villarreal se descolgó con un ofertón a Giovani dos Santos, el jugador al que esperaba el Valencia para ser el sustituto de Soldado. No hay tregua, no hay concesiones, no hay amigos. La germanor quizá exista, pero no tiene que ver con el fútbol.

Los dos entrenadores, Marcelino y Djukic, debutan en este Clásico de la Comunitat Valenciana, aunque el serbio lo vivió como jugador. El mejor balance en el banquillo lo tiene Rafa Benítez, una victoria, un empate y una derrota en tres visitas en Liga a El Madrigal.