"Míreme a los ojitos" fue una de las principales frases que el exseleccionador español, Luis Aragonés, fallecido en Madrid, dejó para del anecdotario del fútbol nacional.

Se la espetó al brasileño Romario cuando lo tuvo a sus órdenes en el Valencia al principio de la temporada 96-97.

Aragonés se encontró en la plantilla con Romario, un futbolista que nunca le entusiasmó. Además, desde bien pronto, el brasileño se mostró desmotivado, sin apenas aportar en el campo y sin trabajar en los entrenamientos: no le servía para su proyecto.

Por eso, un día le abordó de forma directa durante una sesión preparatoria con esa frase que fue captada por los medios de comunicación, que mostraron tanto la insistencia de Aragonés en hablar como la reticencia mostrada por Romario para hacerlo.

Poco después, sin Romario en el equipo que goleó por 3-0 al Bayern Múnich en la Copa de la UEFA y con la frase de "o él, o yo", pronunciada por el atacante brasileño, el asunto se zanjó con el regreso de éste a su país, donde jugó como cedido en el Flamengo.

Aunque aquella frase supuso la principal anécdota del paso de Aragonés por el club de Mestalla, su principal aportación fue la de haber logrado en la campaña anterior el subcampeonato de Liga, por detrás tan sólo del Atlético de Madrid y con cierta ventaja sobre Barcelona, Espanyol, Tenerife y Real Madrid, que le siguieron en la tabla.

Aragonés dirigió al conjunto de Mestalla durante aquella campaña (95-96) y los primeros meses de la siguiente. En su primer año en Valencia convirtió al equipo en la principal alternativa a uno de los mejores equipos que ha tenido el Atlético de Madrid, al que le disputó el título hasta la última jornada.

El Atlético consiguió hasta dieciocho puntos de ventaja, pero el Valencia estaba fuerte en el momento en el que la competición entró en la recta final y llegaron los seis o siete últimos partidos en los que, como siempre ha repetido Aragonés, todo se decide.

A cinco jornadas del final del torneo, el Valencia debía visitar el Vicente Calderón y Luis pronunció otra de sus frases lapidarias. "Están acojonados", dijo para tratar de presionar a su rival días antes del encuentro.

El Valencia se impuso en Madrid por 2-3 con uno gol de Antonio Poyatos y dos de Predrag Mijatovic, que completó uno de sus mejores partidos como valencianista.

Gracias a aquel triunfo y a sus buenos resultados posteriores, el Valencia llegó con opciones de ser campeón al último partido de Liga. Para ello, debía ganar al Celta en Vigo y que el Atlético perdiera en casa con el Albacete. El Atlético ganó, el Valencia empató y Aragonés fue subcampeón.

Fue el equipo de Mijatovic y Poyatos, los goleadores del Calderón, pero también el de Fernando Gómez, Andoni Zubizarreta, Carlos Arroyo, Pepe Gálvez, Paco Camarasa, Quique Romero, José Ignacio Saénz, Patxi Ferreira, Mazinho, Jorge Otero, Xabier Eskurza, Vicente Engonga o Gaizka Mendieta, entre otros.

Aragonés había llegado al club de la mano del presidente Francisco Roig en el verano de 1995, tras la experiencia negativa que había supuesto el paso por el Valencia de Carlos Alberto Parreira, incorporado como campeón del Mundo en el verano de 1994.

En noviembre de 1996, Luis Aragonés todavía no llevaba año y medio en el club de Mestalla, sus relaciones con Roig no atravesaban el mejor momento y la trayectoria del equipo en el comienzo de la campaña 96-97 era mejor en Europa que en la Liga.

Entonces se produjo la dimisión de Aragonés, el técnico que cortó las alas a Romario y que no se entendió con Roig, pero que, sobre todo, dejó un alto nivel futbolístico en la única campaña completa en la que dirigió al conjunto de Mestalla.