El hambre y la necesidad confluyeron en el Depor para producir el antídoto contra el Valencia. Cuando la mentalidad no es la adecuada, hasta el colista de turno puede pintarte la cara. El equipo de Nuno descuidó en Riazor los valores sobre los que habitualmente cimenta su superioridad. La puesta en escena valencianista fue extrañamente tímida. Desconocida. Faltó acción e intensidad. El entrenador portugués reforzó esa posición en sala de prensa: "Empezamos muy mal, algo que no es normal y lo pagamos ante un rival que salió muy fuerte". A partir de ahí, se desatendió la organización, el equilibrio y la concentración. Consecuencia de esos descuidos llegaron los errores que propiciaron los goles encajados. Los balones divididos y las segundas jugadas tuvieron demasiadas veces color blanquiazul. Otra señal. Todo eso cuajó en los peores 45 minutos de la temporada. Ante semejante escena fue imposible no echar de menos a los caídos: Diego Alves en la portería y André Gomes en la sala de máquinas.

El fútbol se decide en las áreas, pero se cuece en el centro del campo. André Gomes, chef estrella en la cocina blanquinegra, faltó en Riazor y el aroma desplegado fue maloliente. La ausencia del portugués se tradujo en menos soluciones para combatir la pujanza deportivista. Faltó claridad, control, sorpresa y calidad individual. Antes del primer gol, los de Nuno ya dibujaban una estructura partida. Defensa, medular y ataque no funcionaron como un bloque empastado. Hubo demasiadas grietas y el Depor siempre encontró mucho espacio para desplegarse cuando forzaba la recuperación. Yoel, Barragán, Mustafi, Otamendi, Gayà y Javi Fuego eran zarandeados por un lado, mientras Parejo, Filipe Augusto, Rodrigo, Pablo Piatti y Alcácer, se removían por otro. Sin continuidad rodando el balón, las pérdidas se sucedieron. La ausencia de Gomes no fue el motivo del cortocircuito, pero después de lo sucedido en Riazor su condición de imprescindible toma forma.

La medular, desequilibrada

El despliegue de la pareja Wilk-Medunjanin sumado a la determinación de Fariña entre líneas y al trabajo sucio de los tres hombres de ataque (Lucas Pérez, Isaac Cuenca e Ivan Cavaleiro) multiplicó la sensación de impotencia del eje Javi Fuego-Parejo-Filipe. El brasileño es un ´cuatro por cuatro´ con espíritu de carro de combate, pero no es un canalizador; se estrenó en el once por André Gomes, pero no es el mismo tipo de futbolista y tampoco se le puede pedir lo mismo. Por momentos se le vio superado, pero metió la pierna y fue con fuerza a las disputas. Tras el descanso se quedó en el vestuario. Iba cargado con una tarjeta amarilla y con la configuración de Nuno (pasó a jugar 4-4-2 con Feghouli y Carles Gil en las bandas) para la segunda mitad, se hacía más natural seguir confiando en Parejo. El capitán del Valencia es uno de las piezas damnificados del partido. Sin André, debía confirmarse como referencia en la construcción-creación, pero el ´10´ no estuvo a al nivel competitivo que debe ofrecer a razón de su importante cuota de talento. En estas ocho jornadas sólo se ha visto a ráfagas al centrocampista determinante del curso pasado.

El muro se viene abajo

Sin Diego Alves y con Javi Fuego sustituido en la recta final, ya sólo queda Otamendi como futbolista que ha jugado todos los minutos de la Liga. La retaguardia se descosió de forma evidente. Cuestión de fiabilidad y concentración. La carambola que originó el primer gol del Depor parte de un mal despeje de Mustafi que pega en el larguero y rebota en Gayà. En el segundo, Ivan Cavaleiro le ganó un balón aéreo que Mustafi nunca puede dejarse ganar (es su especialidad); la prolongación de cabeza del portugués terminó en asistencia para Lucas Pérez. Los errores fueron puntuales, pero absolutamente determinantes para el desarrollo del partido y el resultado final.

Cambio de estructura

Como ha sucedido en otras ocasiones, Nuno comenzó la segunda parte decidido a producir un cambio inmediato. Carles Gil y Feghouli mejoraron al Valencia, que se mostró más vertical. La entrada de Carles mejoró la banda izquierda y encendió a Gayà. El canterano agitó el ataque y su figura va cogiendo peso. La confianza de Nuno por delante de De Paul (que tuvo minutos al final) no es casualidad, sino productor del trabajo. Hubo un par de situaciones claras y un balón al palo de Alcácer, pero faltó la eficacia de otras jornadas. Rodrigo peleó en punta junto a Paco. Mirando al futuro se dibujó un 4-4-2 en el que cabría Negredo. En la tormenta se adivina es posibilidad como opción. La derrota siempre se encaja mal, pero también deja enseñanzas imprescindibles para construir un equipo competitivo.