Cuando la plantilla saltó ayer al campo de entrenamiento el silencio podía cortarse con guadaña. Pasaban treinta minutos del mediodía, la expedición recién se había bajado del avión y en la cabeza de todos todavía latían con fuerza los ecos de la decepción de Granada. No hubo un solo jugador que pronunciase una palabra mientras titulares y suplentes realizaban conjuntamente los estiramientos previos a la sesión de trabajo regenerativo. El horno no estaba para bollos. Un amplísimo catálogo de caras largas y miradas bajas acompasaba una coreografía que tomaba cierto aire fúnebre. Y es que, en la línea del análisis que hizo Nuno nada más finalizar el partido, en el vestuario arraiga una sensación generalizada de derrota tras el empate en Los Cármenes. La plantilla, esta vez, no podía estar más de acuerdo con el técnico portugués.

Dos puntos de doce posibles y ni una sola victoria en los últimos cuatro partidos es un equipaje suficientemente pesado como para comenzar a hacerse preguntas serias incluso acerca del germen de la descomposición. Más, en un equipo inflamado por las expectativas en las primeras jornadas de campeonato que a día de hoy ya comienza a ver cómo se aleja su objetivo de temporada (la Liga de Campeones), mucho más asequible que el la ilusión pasajera de acabar de un plumazo con la hegemonía de Barça y Madrid y con la pujanza del Atleti en Liga. A diferencia de anteriores tropiezos, en el día de ayer no se produjo conversación alguna entre técnico y futbolistas. Tras el partido, el domingo, sí que hubo un encuentro entre Nuno, Rufete y Amadeo Salvo. Los tres cenaron en el hotel Abades de Granada y aunque no fue ni mucho menos un gabinete de crisis, expusieron su versión particular de los hechos para tratar de sacar análisis constructivos. "Han pasado muchas cosas. Demasiadas, en tan poco tiempo", fue una de las reflexiones que sobrevolaron la mesa en Granada.

Necesidad de reacción

Al Valencia, eso sí, le urge una reacción inmediata. Un episodio de ruptura manifiesta que acabe de una vez con la mala dinámica para revertir ya el escenario de dudas con el que se encuentra el equipo cada vez que no se encuentra con un gol que encarrile el partido. Es decir, durante el último mes y medio. El conjunto de Nuno Espírito Santo ya no rompe el marcador con la misma facilidad que antes, las individualidades (con contadas excepciones) quedan sepultadas por la inestabilidad y la puesta en escena transmite una inequívoca sensación de ansiedad. El técnico ha demostrado que sabe qué equipo tiene entre manos y cuál es la idea que maneja, pero el pinchazo del globo de las expectativas, los bandazos desde el banquillo y una gestión cobarde de los recursos del pantel deslizan ahora mismo un Valencia desnortado a fuerza de la racha de tropiezos.

Cambios en el sistema

El luso no ha refrescado lo suficiente el equipo, transmite mensajes contradictorios a algunos futbolistas y le ha faltado autocrítica a la hora de analizar los encuentros, lo que ha hecho que un sector de la afición, del mismo modo que lo alentaba hace semanas, le haya tomado la matrícula. Desde que llegó el pasado verano, Nuno ha realizado varios cambios de sistema, siempre por necesidades del guion (lesiones, sanciones...) que ha desajustado un equipo que funcionaba durante las primeras jornadas y ha desencadenado un equipo que viene y que va. Del ´doble ocho´ de ida y vuelta al trivote, pasando por el juego por bandas, el arma del tridente ofensivo y la entrada definitiva de Negredo. El día a día ha condicionado el correcto desarrollo de este equipo. Dirige un grupo joven, por lo que la situación actual, bien conducida, puede quedar solo en un momento puntual de dudas, una crisis de confianza, que puede fortalecer al equipo o liquidarlo. La clave está en volver cuanto antes a la senda de las victorias para crecer a partir de las buenas sensaciones y establecer una inercia positiva. Está todo en las manos de Nuno.