La cara de André Gomes seguía reflejando impotencia el día después. El portugués todavía está caliente por la expulsión. Nadie se explica la decisión de José Antonio Teixeira Vitienes. La sensación de frustración se reproduce en todos los estamentos del club. Nuno lo expresó con claridad en sala de prensa. La acción no es suficiente para mostrarle la segunda tarjeta amarilla; André Gomes estaba arrancándose en ataque y es el futbolista del Rayo (Jozabed) quien intenta interrumpir su carrera. «Nos preocupa que todas nuestras expulsiones son situaciones en las que tenemos posesión de balón. Salimos al ataque, nos agarran y nos expulsan a nosotros. No impedimos seguir la jugada», defendió el entrenador santotomense. No hay intencionalidad: André abre el brazo en un movimiento de despliegue en potencia, toca a Jozabed, pero no impacta en su cara, aunque éste se ech las manos al rostro y ruede por el suelo. Su objetivo era confundir al colegiado y sacar del partido al ´21´ blanquinegro, tras ver la primera amarilla (en una clara acción de tarjeta) en el minuto nueve. Teixira cayó en el engaño y se equivocó juzgando la jugada.

El club prepara el recurso. Van a repasar las imágenes y, en virtud de ellas, los servicios jurídicos elaborarán sus alegaciones para presentarlas ante el Comité de Competición. La idea es que se corrija la segunda amarilla que vio André Gomes. Con dos o una tarjeta, el centrocampista no podrá jugar en Ipurúa el sábado, ya que tiene que cumplir ciclo de amonestaciones. Sin embargo, la cuestión de fondo va más allá de Eibar. Sin esa segunda cartulina, el ´21´ cumpliría ciclo de amarillas y empezaría a competir limpio ante el Real Madrid. Con la doble amarilla-roja, seguiría sin poder actuar la próxima jornada por la expulsión y además se quedaría con cuatro tarjetas en el ciclo. De nuevo a una de volver a perderse un partido. Hay diferencia.

Sentencia digna de recurso

En el acta, Teixeira repite los motivos en las dos amarillas: «Derribar a un contrario en la disputa del balón». Nada que ver. No hubo disputa, hubo un intento de derribo ante la conducción de André Gomes. Las repeticiones en cámara lenta insisten en la impresión del vestuario: Un futbolista de 190 centímetros de altura y otro de menor envergadura (superado) tratando de amarrarlo. «Son situaciones en las que uno trata de proteger el balón. La diferencia de altura no ayuda a veces», aseguró Pablo Piatti. Rodrigo De Paul tiene experiencia en este tipo de situaciones. En la primera jornada, fue expulsado con roja directa por Del Cerro Grande y se quedó fuera cuatro partidos. El argentino trató de librarse del agarrón de Aleix Vidal y braceando encontró su cara. El colegiado castigó la diana. La situación es diferente a la André. Sin embargo, en este campeonato se han producido cien acciones como esa, prácticamente todas amarilla. Ante el Rayo, sin ir más lejos, Emiliano Insúa le pegó un manotazo en la cara a Feghouli para frenarlo. Teixeira señaló falta y amarilla para liquidar una acción defensiva en la que sí vio con claridad como el lateral rayista se gira un par de veces con el objetivo de no fallar en su idea de parar al argelino. El doble rasero es evidente. «En la jornada que me expulsaron a mí, no era para roja y hoy no era para amarilla. Conociendo a André no hay mala intención», insistió De Paul.

Champions en juego limpio

«No somos un equipo violento», dice Nuno. El entrenador tiene los números de su parte. Sus jugadores no se prodigan en las patadas y en el juego sucio. Al contrario. El Valencia es uno de los más limpios del campeonato. Si bien, sólo el Málaga le supera en expulsiones. Las cuatro que ha sufrido „De Paul, Rodrigo, Alcácer y André„ no han sido por juego violento. Rodrigo (en el Coliseum) vio la segunda amarilla por una falta tonta cometida sobre Escudero en el saque de centro del Getafe tras su gol. En Granada, lo padeció fue Paco Alcácer. Competición le castigó con dos partidos y Apelación se lo redujo el viernes a uno. Su ´toque´ en la pierna a Juan Carlos desde el suelo llegó después de que el carrilero nazarí le mandara al suelo en un barullo pleno de agresividad. Los jugadores se sienten perseguidos por los árbitros por la severidad con la que los futbolistas del Valencia son castigados y el doble rasero.