Fútbol de pueblo, con valores de pueblo. Ipurua es uno de los pocos santuarios donde el balompié todavía sobrevive fiel a su espíritu original. Una localidad de 27.000 habitantes, un estadio de 6.000 espectadores y un presupuesto que ajusta gastos e ingresos con rigor espartano. Sus dirigentes, sus futbolistas y su gente se han convertido en estandartes de un modelo, el ´Modelo Eibar´. "Aquí, antes y ahora, hay un estilo innegociable: todos somos iguales, sin figuras, y quien no piense así no tiene cabida", asegura Gaizka Garitano.

El actual entrenador fue miembro de la plantilla que estuvo a un paso de lograr el ascenso a Primera en 2005. El técnico se ha convertido en el mejor embajador de los valores de la institución: rompió en la cantera del Athletic, se hizo futbolista en Eibar y comenzó su carrera en los banquillos en el club. Primero como asistente, luego como técnico del filial y finalmente como líder de los dos ascensos consecutivos que han llevado al cuadro armero, sin respiro, de Segunda B a la Liga BBVA. Su travesía profesional sirve de inspiración para muchos de sus pupilos.

Xabi Irureta, Eneko Bóveda, Dani García, Jon Errasti, Ander Capa... Todos recalaron en Eibar con el objetivo de levantarse y conquistar la condición que se les negó en otros escenarios. Lucha, espíritu, esfuerzo... El barro de Ipurua ha servido para modelar figuras de primer orden. Allí se hizo futbolista (en una cesión recordada para siempre) David Silva. Enviado por el Valencia a la frontera entre Bizkaia y Gipuzkoa, el filigranas del Mestalla dio el salto competitivo en ´La Bombonera´ eibarresa. Tenía 18 añitos. El canario coincidió con Gaizka Garitano, justo en esa legendaria temporada 2004/05. "Era muy bueno y enseguida comprendió lo que significaba el valor del grupo, la seña de identidad de este colectivo", recuerda el míster. Hoy, todos esos valores siguen vigentes.

Lo opuesto al ´Man City´

Aquella experiencia sigue muy presente en la memoria de David Silva. "Enhorabuena al Eibar. Orgulloso de haber vestido esa camiseta; ahora a disfrutar de Primera". Ese fue el mensaje que el ´Mago de Arguineguín´ dejó en las redes sociales nada más conocer la noticia del ascenso. Silva dio el paso al Celta y explotó en el Valencia CF. El traspaso posterior al Manchester City fue vida para el Eibar: inyectó 200.000 euros cuando el club vivía entre penurias por Segunda B. Ipurua dejó huella en su juego, aunque su realidad actual en Inglaterra nada tiene que ver. Como armero, David Silva tuvo que mezclar calidad y sacrificio en una plaza con cero lujos, viajes de mil kilómetros en autobús y nada de fama. El canario sabía que iba a un equipo luchador, acostumbrado a pelear la permanencia, pero con un entrenador (José Luis Mendilibar) decidido a apostar modernizar el fútbol de ´patada y carrera´. Esa combinación entre lo primitivo y lo sofisticado se mantiene activa en la pizarra de Garitano, que la temporada pasada cerró la cuenta pendiente que Silva y él mismo, como jugador, dejaron abierta.

Juan Cruz Sol nació a unos pocos kilómetros de Eibar, en Elgoibar. El mito valencianista jugó en Ipurua en su etapa juvenil (antes de que Carlos Iturraspe se lo trajera al Valencia) y recuerda que siempre fue una plaza especial, muy respetada en el fútbol de Euskadi. Leyendas como José Araquistain, José Eulogio Gárate o Agustín Guisasola dieron sus primeros balonazos en el cuadro armero. Silva no es el fenómeno alumbrado allí en los últimos años. La Real Sociedad también ´mandó´ cedido a Xabi Alonso durante una temporada. El Eibar puede presumir de haber lanzado a dos campeones del mundo y de Europa. No está mal.

Conexión Eibar-Valencia

La realidad es que hay una pequeña-gran conexión entre Valencia y Eibar. Javi Lara estuvo en el equipo que ascendió de Tercera a Segunda B con el Mestalla en 2011, con Rober, Alcácer, Isco, Portu o Montoro como compañeros. El central Raúl Albentosa es natural de Alzira. Y Lillo (lateral) fue campeón de España juvenil con el Valencia.

Silva es el más grande, pero no es el único gran ´producto´ del Eibar que triunfó en Mestalla. Fernando Ansola (Elgoibar, 27 de enero de 1940) formó delantera con Waldo en el Valencia durante un lustro a finales de los 60. Ansola no tiene la magnitud del canario, pero fue un buen futbolista de aquella época.

Después de 74 años peleando en el barro, el Eibar tuvo que librar su última batalla en los despachos, cuando debió afrontar una ampliación de capital (por ley) para jugar en Primera. Pese a tener sus cuentas saneadas, se vio obligado a multiplicar por cinco el aporte de sus socios (de 422.253 euros a 1.724.272). Una barrera que salvó gracias a su valor único: la pasión por el futbol en estado puro. Su espíritu popular ha convertido al Eibar en un fenómeno planetario. Aunque 3.247 (un 80 %) de sus soscios son vecinos de Eibar, lo que supone que el 12% de la población tiene un abono del club.