El lavado de cara del viejo campo de Mestalla, pintado llamativamente de naranja y negro, unido al sabor añejo del estadio más antiguo de la actual Primera División española, ha abierto el debate sobre la conveniencia de que el equipo siga en "casa" o se decante por el proyecto del nuevo estadio.

Tras abandonar la presidencia de la Fundación Valencia CF, Aurelio Martínez, expresó su opinión de que sería mejor que el club se quedara en Mestalla en lugar de mudarse al nuevo emplazamiento, cuya fecha de inauguración podría coincidir en 2019 con el centenario del nacimiento del club valenciano.

Las obras dieron comienzo en 2007 y están paradas por falta de liquidez desde febrero de 2009, hace casi seis años. Desde entonces han aparecido cíclicamente noticias de que se podrían reanudar, pero éstas nunca se han retomado.

Ahora el futuro del estadio es parte del proyecto del nuevo propietario del Valencia, el empresario de Singapur, Peter Lim, tal y como se contempló en las condiciones de compraventa del setenta por ciento de las acciones del Valencia CF que estaban en poder de la fundación.

Durante el último año y medio, tras la llegada de Amadeo Salvo a la presidencia del Valencia en junio de 2013, el club ha remodelado Mestalla. Lo que hasta hace poco era una mole de cemento grisáceo, se ha convertido en un recinto pintado por fuera con la intensidad del negro y el naranja, dos de los colores corporativos del club de Mestalla.

Una de las fachadas cuenta ahora con un murciélago brillante y el estadio está rodeado de imágenes de sus futbolistas más emblemáticos, mientras que su interior también ofrece una imagen completamente renovada.

Mestalla tiene una capacidad de cerca de 50.000 espectadores y pocas veces se registran entradas inferiores a los 40.000 aficionados. Además, está situado en una zona céntrica de la ciudad pero a su vez cercana a grandes avenidas, lo que facilita los accesos en comparación con campos de otras grandes ciudades.

El principal problema para la permanencia del club en su estadio estriba en cuestiones económicas, tanto por el dinero que se espera ingresar por su solar como por los más de cien millones ya invertidos en la construcción del nuevo campo. A esa cantidad hay que añadirle al menos 150 millones más para concluir la obra, que se ha realizado sobre un terreno público, lo que obliga al Valencia a realizar unas permutas de terreno con el ayuntamiento.

Así, el asunto no queda en el ámbito estricto de las decisiones deportivas de la entidad, sino que trasciende al institucional. Resultaría difícil explicar que no se acabe el nuevo estadio tanto por el dinero ya gastado como por la dificultad de encontrar una solución a la parcela en la que actualmente se encuentra la obra inacabada, al margen de la confianza existente en que un nuevo recinto, moderno y funcional, puede generar ingresos importantes al club.

La marcha de Mestalla tras casi cien años de actividad pondrá fin a un siglo de historia del club, lo que generará una cierta nostalgia entre los que recibieron con prudencia la idea desarrollada en 2006 por el entonces presidente del club, Juan Soler, de construir un nuevo estadio.

Habrá un antes y un después tras el cambio de estadio en el club valencianista y, hasta que éste se produzca, se vivirán momentos en los que los aficionados compartirán el entusiasmo por tener una casa nueva con el convencimiento de disfrutar de su feudo actual.