Zakaria Bakkali (Lieja, 20 de enero de 1996) está a punto de dar un paso clave en su carrera. Tras una temporada castigado a la sombra, el atacante belga de origen marroquí abre nueva etapa en el fútbol. El Valencia se perfila como su destino. Cualidades las tiene todas. Esa es su garantía. La dudas asoman por cómo ha dirigido o le han dirigido la carrera, al menos hasta ahora. De él se espera que exhiba el hambre y la templanza ausentes en muchos momentos del pasado reciente, probablemente por la codicia de un entorno que ha querido cocinar su estrellato demasiado rápido. Se peleó con el PSV Eindhoven por no renovar, llegaron lesiones, entró en conflicto con el mundo y ha apostado fuerte para decidir su futuro. Su trayectoria anuncia un futbolista sin término medio, o la rompe o rompe algo.

Dos temporadas después de su fulgurante aparición y su decepcionante apagón vuelve a tener el destino en sus botas: nacimiento, vida efímera y muerte, como tantas otras promesa ignoradas en el camino, o explosión estelar con la luminosidad de una supernova. El recuerdo de su debut en la previa de la Champions ante el Zulte-Waregem todavía sigue vivo y hace que la apuesta merezca la pena. El 30 de julio de 2013 debutaba en el PSV como titular dejando 81 minutos plenos de detalles interesantes. Su partido de vuelta, con gol incluido iluminó los ojos de los seguidores del fútbol holandés y de Bélgica. Unos pocos días después, rompía con tres goles en un 5-0 memorable ante el NEC Nimega. El mundo se volvió loco con las condiciones de un adolescente que sólo había jugado cuatro partidos en la élite. "Tiene detalles de Messi, será el nuevo Eden Hazard, tiene la velocidad de Theo Walcott". El serial de adjetivos superlativos desequilibró su camino. Todo aquello no le hizo ningún bien y así se pasó de heredero de la Philips junto a Memphis Depay a chupar banquillo.

Las lesiones empezaron a desangrarle, la primera ya en agosto, otra en octubre, la siguiente en noviembre. El amor de verano no llegó vivo a Navidad. En la segunda vuelta del curso 2013/14 sólo dejó cuatro discretas apariciones. Los problemas de indisciplina —dentro y fuera del campo— y la ruptura con el PSV por por no renovar le hicieron entrar en un círculo vicioso. Ahora me voy, ahora me quedo. Así desde agosto. Se habló mucho y mal de su entorno. La gota que colmó el vaso llegó en mayo, cuando el jugador fue sustituido por su mala actitud tras 16 minutos en el homenaje a Ji-Sung Park. Un desastre. Pasó de debutar con la selección de Bélgica a quedarse sin Mundial. El PSV le retiró la oferta y le mandó al filial.

Los rumores de traspaso le han acompañado siempre: Atlético, Nápoles, Juventus, Chelsea, Barça, Lille… Esta última temporada arrancó con el filial, pero tras seis partidos dejó de jugar otra vez por las lesiones. Anunció que volvería, pero el club elevó su castigo: en el Jong PSV tampoco iba a competir.

Demasiado, demasiado pronto

Nacido en Lieja, con siete años era la figurita del Royal FC, con nueve estaba en el Standard y a los 12 en el PSV. Con 15, fue elegido mejor jugador de la Premier Cup de 2011. El club holandés pudo blindarlo al verano siguiente con los tres años de contrato que caducan el próximo martes. Por entonces marcaba la pauta en la Sub’16 belga, jugaba en el Juvenil y entrenaba con el primer equipo, pero ya se hablaba de sus problemas y salida rumbo al Chelsea o el Manchester City.

Un año después, el 15 de octubre de 2013, Bélgica celebraba su estreno, tras dos intentos fallidos por lesión y porfiar con Marruecos por garantizarse los servicios de una la joya. Wilmots le brindó 12 minutos ante Gales en el último partido de la fase de clasifiación para el Mundial. Tocó el cielo con 17 años para luego rodar hasta el infierno. Mientras chicos como Origi o Januzaj iban a Brasil, él se quedaba fuera. En el aniversario de su debut con Bélgica, fue convocado… y desconvocado por la Sub’19 belga en un incidente sin aclarar. Otro conflicto. Es la metáfora de su vida. Madera de crack y malas decisiones por querer todo demasiado rápido.