«El Sporting es un milagro». Impagos, una deuda terrible, restriciones a la hora de fichar, inversión cero. Todo el que ha seguido de cerca la situación del conjunto gijones considera que todo lo vivido en el último año responde a un fenómeno único. Las respuestas están en Abelardo y en Mareo. Tres años después de haber abandonado la Primera División como colista, el Sporting firmó su regresó a Primera hace cuatro meses apoyado en el espíritu de su entrenador -hecho en la casa- y en una plantilla confeccionada mayoritariamente con futbolistas formados en sus categorías inferiores, lo que siempre le sirvió al club para lograr éxitos. De la cantera Mareo han salido grandísimos jugadores: Joaquín, Quini, Maceda, Cundi, Eloy, Ablanedo, Marcelino, Juanele, Manjarín, Luis Enrique, el propio Abelardo, Javi Fuego o David Villa, el más célebre de sus últimos productos. Ahora los ‘guajes’ son Sergio Álvarez, Nacho Cases, Carlos Castro -punta que el curso pasado fue a la Sub21- o el central Jorge Meré, campeón de Europa Sub19. En un grupo armado en torno a 28 futbolistas, 16 han pasado primero por el filial.

Como ocurre siempre en tiempos de crisis, la mirada se volvió hacia Mareo. Cuando Abelardo tomó las riendas del Sporting desde el filial, en mayo de 2014, lo primero que hizo fue subir a tres chavales. A pocas jornadas del final, consiguió levantar la caída en picad y alcanzar la promoción, pero perdió la eliminatoria ante Las Palmas. Sin ascenso, la situación se tornó dramática. El mes septiembre pasado, Javier Tebas, presidente de La Liga, le señaló como uno de los clubes en peligro de defunción. Las fichas de Canella, Bustos, Casquero, López Garai o Lekic eran insostenibles y se pudo ingresar un pellizco por Scepovic. Así, sin figuras y con un presupuesto de 4,2 millones de euros (la mitad del que tuvo a su disposición José Ramón Sandoval), Abelardo fue capaz de convertir las carencias en virtud en un club pensado para no caer a Segunda B.

Los ‘guajes’ han sido los encargados de contagiar al grupo con su sentimiento, pasión y hambre de fútbol. Ese plus no se compra ni con todo el oro del mundo. La profesionalidad del grupo ha estado por encima de la media. Los jugadores lo han dado todo sin cobrar. El ascenso ha sido la vida para el Sporting. Sin plaza en Primera, retener a sus mejores jugadores hubiera sido otra vez imposible. Ahora, el objetivo es permanecer tres o cuatro temporadas en la máxima categoría para encontrar una estabilidad económica.

En el apartado deportivo ya hay un plan claro. Abelardo ha terminado por darle sentido. Todos los equipos de Mareo trabajan con la misma metodología y defienden una filosofía única.

Esa mezcla de trabajo, energía, sentimiento y entrega cuajó en una campaña sin precedentes en la historia de Segunda en la que se conquistraron 82 puntos y sólo se perdieron dos partidos; números de vértigo. El objetivo era competir...y se rompió el molde. Los chaveles se comportaron con mentalidad de veteranos en una categoría igualada y perra. La unión ante la adversidad, la fuerza del grupo y la ambición marcaron la diferencia.