El Zenit ha pasado de reventar el mercado fichando a Hulk y Axel Witsel por 100 millones de euros en (verano de 2012) a rematar su actual plantilla con jugadores libres. El campeón ruso ha pasado de la primera clase al Low Cost. No es un caso único en la Russian Premier League. El conflicto de Ucrania y la caída del rublo han provocado que casi todos los equipos se enfrenten a una severa restricción financiera. Gazprom —propietario y patrocinador principal del Zenit— ha visto cómo Obama le cortaba las alas. Las sanciones impuestas por Estados Unidos tras la crisis de Ucrania han afectado a los negocios de la compañía petrolera, principal productora de gas natural del mundo. Como no podía ser de otra forma, las malas perspectivas económicas han afectado a la acción de su club de fútbol. El faraónico Gazprom Arena —sede del Mundial de 2018— debía inagururse en 2011 y ahora queda para 2016.

Por primera vez en los últimos diez años, el Zenit no ha gastado un rublo en refuerzos. Artur Yusupov, Artem Dzyuba, Denis Tkachuk y Mikhail Kerzhakov han llegado libres. Después de un verano en el que se habló con insistencia de las salidas de Witsel, Javi García o Ezequiel Garay, su continuidad ha sido interpretada en clave de fichajazo. André Villas-Boas mantiene todos los elementos que participaron en la conquista del quinto título liguero en la historia del club, el cuarto desde que en diciembre de 2005 Gazprom tomó el control del club de San Petesburgo a través de una primera ola de 80 millones de euros. Uno de los objetivos era satisfacer a las élites políticas peterburguesas —Vladimir Putin y Dmitri Medvédev a la cabeza— con residencia en Moscú; mojar la oreja de los oligarcas a los mandos de CSKA, Spartak o Lokomotiv. La apuesta ha funcionado: una Copa, tres supercopas rusas y más importante todavía, una UEFA (2007/08) y una Supercopa de Europa ante el Manchester United.

El salto con Advocaat

El Zenit se había acostumbrado a pelear con el CSKA en el mercado ruso, llevarse las figuras del Rubin de Kazán o arrebatarle al poderoso Rinat Akhmetov al líder de su Shakhtar, Anatoliy Tymoshchuk. Ahora no tiene el mismo margen. El año pasado, coincidiendo con la caída libre del rublo, los mejores futbolistas del torneo —extranjeros— han elegido cobrar en euros; eso ha disparado los salarios y ha provocado que se haya especulado con sacrificar hasta a Hulk, referencia absoluta. Pese a todo, Villas-Boas se llevó a Javi García (Man City) y Ezequiel Garay (Benfica).

El club alcanzó su cénit durante los cursos 2007-2008, con Dick Advocaat al mando y el equipazo en el consiguió mezclar a Tymoshchuk, Pobrebnyak, Zyryanov, Fatih Tekke, Shirokov, Alejandro Domíngiez, Anyukov, Fayzulin, Igor Denisov, Malafeev y un espectacular Andrei Arshavin. Un equipazo en toda regla. Después siempre ha habido más purpurina, que bloque. Aunque Luciano Spalletti dejó dos ligas y una copa.

‘Socios’ de Jorge Mendes

Champions, dinero para gastar, prestigio y negocio. Jorge Mendes no podía faltar. El súperagente se convirtió entonces en habitual de San Petesburgo. Danny (30 millones de euros desde el Dinamo) y Fernando Meira fueron sus primeras operaciones. Luego fue turno para Bruno Alves, Neto y, sobre todo, la operación Hulk-Witsel en el verano 2012; 40 millones para el Benfica por el medio centro belga y 55 millones por el brasileño, del que se dice tenía parte de sus derechos. Aquel par de fichajes —con sueldos astronómicos— provocaron un serial de grietas en el vestuario entre rusos y extranjeros.

Para dar forma a todo aquello, Mendes recomendó a Villas-Boas. El curso pasado cayó otra Liga, pero no hay un bloque, pese a la calidad. Ahora parece que el proyecto no satisface la ambición del entrenador portugués. Sus rivales han mejorado, faltan refuerzos, pasa de la cantera y los resultados no son todo lo bueno que deberían. Sancionado por agredir a un árbitro, criticado por anunciar su marcha a final de temporada justo antes del clásico ante el CSKA (se jugaba media liga),Villas-Boas parace sospechosamente incómodo. La profunda crisis económica, el precio del petróleo, las tensiones geopolíticas, la evolución del rublo… Demasiadas excusas, mucha tensión y un proyecto que necesita un empujón.