El entrenador y los jugadores son -prácticamente- los mismos. También la idea de juego. «Identificamos puntos de presión y no especulamos con balón cuando lo recuperamos», describió Nuno tras el partido ante el Betis. El problema del Valencia CF es que los valores que le llevaron a conquistar la cuarta plaza (con una trayectoria imponente en Mestalla) se han difuminado -por lesiones, momento de forma, traspaso o exigencia del calendario- hasta disminuir las virtudes y concentrar todos los defectos. Las carencias para el ataque estático cuando el rival cede terreno, los problemas para construir ocasiones sin espacio para correr o la incapacidad para sacar provecho del rol protagonista también fueron evidentes el año pasado. Después de lo sucedido en los últimos partidos, el equipo está en un momento donde necesita encontrar el camino más corto a la victoria con soluciones naturales, confianza, certezas y sistemas que pemitan simplificar cada ecuación que proponga el rival. Todo eso depende del entrenador y también de los futbolistas. Aunque en ese sentido, dejar fuera a un valor seguro como Shkodran Mustafi -cuando te juegas la vida- resulte sorprendente.

El Valencia debe reconocer, recordar y recuperar todo aquello que le sirvió para ser un bloque competitivo hace unos meses. La visita a Cornellà-El Prat demanda un primer paso al frente conjunto. El mejor Valencia de Nuno no fue producto de un sistema sofisticado. Su rendimiento depende de un circuito muy básico que se hace fuerte desde la solidaridad, el compromiso y la cooperatividad. Esos son los valores. No es necesario que haya mucha pizarra para volver a ganar y esa es hoy una buena noticia.

La agresividad es el camino

En la segunda parte ante el Zenit se vio con claridad. La urgencia del resultado (0-2) provocó una explosión de coraje que disimuló las carencias. Otra cuestión es que la pasión propia de la remontada provocase el desorden que generó el 2-3 final. Faltó control y un punto de madurez, pero desde el coraje estos mismos jugadores se han levantado otras veces y han ganado partidos vitales. Lo mismo se ha hecho evidente a la inversa: sin un volumen de intensidad sobresaliente, también han caído con estrepito en Riazor, La Rosaleda, Cornellà (en Copa) o el Ciutat en el Derbi.

Desgaste Liga-Champions-Liga

La presión inteligente y el contragolpe -que funcionaron de maravilla la temporada pasada y son la marca futbolística del Valencia- dependen en gran medida de la determinación, la concentración, el coraje o el sacrificio. El problema es si la sucesión de partidos Liga-Champions-Liga de esta temporada permitirá mantener el motor alto de revoluciones en cada partido. Las rotaciones son tan imprescindibles como aportar soluciones colectivas para paliar o resolver cualquier tipo de pájara física o mental. Esa falta de fuelle ya costó partidos y lesiones en la recta final de la temporada pasada. Justo al contrario que en los primeros meses del campeonato, cuando el Valencia CF marcaba la diferencia con una puesta en escena poderosa en todos los planos. El primer golpe era blanquinegro. El equipo marcaba tendencia desde la iniciativa propia. Con el 1-0/ 0-1 el bloque se hacía fuerte en torno a su capacidad defensiva. Cedía el balón y contragolpeaba. Defendía y corría. Era muy difícil de superar y concedía pocas ocasiones. Justo al contrario que sucede ahora, donde concede pocos goles, pero baila sobre el alambre en cada llegada.

Sin creación, sin eficacia

«Trabajamos para consolidar nuestra solidez defensiva y traducir nuestro bagaje ofensivo en goles son nuestros retos», insistió Nuno. Ante el Zenit fue la defensa y ante Betis o Rayo, se puso el acento en el ataque. Si bien, los problemas del equipo son colectivos y no dependen exclusivamente de la crisis en una línea. Si el pressing falla, el equipo está peor organizado y tiende a hacerse más largo; el ataque se resiente porque los jugadores están obligados a romper recorriendo largas distancias y la defensa es peor porque hay más espacios por cubrir (el equipo se parte, las ayudas llegan más tarde) y más situaciones de uno contra uno por resolver cerca del área propia. La retaguardia tiene más difícil mantener aquella solidez 2014/15, los centrocampistas deben multiplicarse para llegar al área rival y los delanteros lo tienen todavía más complicado porque se genera menos fútbol y de menos calidad.

Ausencias determinantes

Hasta la fecha no se han detectado soluciones más allá de la calidad individual de los protagonistas. Por eso, se siguen sintiendo las ausencias. Sin André Gomes (enorme despliegue, devastador en la transición defensa-ataque y clave para activar la sociedad Gayà-Piatti), Diego Alves ganaba partidos y Otamendi sostenía ´medio equipo´. El Valencia tiene menos capacidad para marcar la diferencia.

´Dominio´ contra natura

Resulta obvio que el equipo debe recuperar su versión más práctica y cínica. Partidos cerrados, poco intercambio de golpes, una ocasión y un gol. Desde ahí creció la temporada pasada. Las acciones a balón parado fueron un desatascador imprescindible y ahora no se están aprovechando, pese a que hay buenos lanzadores y buenos rematadores.

Casi todo lo que está haciendo el equipo últimamente resulta antinatural y responde a la iniciativa del rival. Se generan llegadas por fuera, pero no los delanteros casi siempre están en desventaja porque hay poca sorpresa. El equipo tiene la pelota, pero es previsible porque a la circulación le falta ritmo o se conduce en exceso. Los pases sin sustancia se acumulan en un bloque armado precisamente para todo lo contrario: presión, recuperación rápida y ataque inmediato.