Almenara, las varillas del reloj están al filo de las doce del mediodía. Sobre la misma falda de la montaña del último pueblo al sur de Castellón uno tropieza con un bar en el que a diario se dan cita algunos de los actantes principales de la vida de Jaume Domènech. Nada más entrar por la puerta del Ca Maria Ángeles, en la primera mesa si uno accede desde la calle, se encuentran Bartolomé y Enrique, sentados en torno a un ejemplar del día de SUPER y hablando de lo único que se habla durante estos días en la localidad. «En la portería de Jaume no entraba ni el aire», se le oye decir a uno de ellos mientras acompasa sus palabras con una coreografía que imita las dos paradas con las que el guardameta aseguró los tres puntos en la última jugada del partido.

Bartolomé es precisamente padre de Rafa, uno de los mejores amigos del héroe de El Molinón. Lo conoce bien desde que era pequeño y aunque dice ser del Barça, el sábado pasado vivió el encuentro al máximo de palpitaciones. «No se puede comenzar de mejor manera», relata mientras la emoción asoma por sus ojos, «estuvieron todos bien pero él se echó el equipo a la espalda... Yo era un auténtico manojo de nervios. Mi hijo siempre va con él y me dice que es habitual que haga este tipo de partidos e incluso mejores.

Cuando fui a por el periódico al día siguiente me eché a llorar. ¡Lo paró todo! Ese partido le tiene que dar una confianza tremenda y menos mal que marcó Alcácer, de lo contrario no se le daría el mismo valor a todo lo que hizo». La explosiva comparencia de Jaume ha puesto Almenara en ebullición y Maria Ángeles, que es hermana de Bartolomé y dueña del bar, se incorpora a la mesa en el momento en el que detecta cuál está siendo el tema de conversación.

«Cuando acabó el partido tenía angustia de los nervios que pasé. Fue algo increíble, estábamos todos llamándonos por teléfono. Jaume es como de la familia, es uno más aquí y es un orgullo grandísimo verlo ahí, tanto para nosotros como para Almenara. Ese día le llamé a Elena, mi sobrina, para preguntarle si sabía si jugaba de titular y me dijo que no lo sabía, pero que había hablado con Jaume por teléfono por la mañana, le había llamado para felicitarla. ¡Ay, el cumpleaños! Se me había olvidado y todo con la emoción del partido», dice.

Al día siguiente, el domingo, allí le habían preparado una fiesta y aunque ya se había encargado un montón de comida para celebrar su estreno en Primera se canceló para no apartar al portero ni un centímetro de su objetivo, que es triunfar con el Valencia. Habrá tiempo más adelante. En ese contexto nadie tiene dudas de que mañana, ante el Zenit, volverá a estar a la altura. «Es un gran equipo», desliza Bartolomé, «tiene jugadores como Hulk. ¡Ese es un peligro! Chuta más fuerte que Roberto Carlos... Pero a Jaume estoy seguro de que no le van a temblar las manos». Allí ya se han organizado para ir a Mestalla y apoyar al portero, es una oportunidad única para ellos y el Ca María Ángeles cerrará por un gran motivo.

Pasan los minutos y de pronto se corta la conversación. Aparece la figura de Forment por la puerta. El artífice de la Liga de la 70/71 es su inspirador y también su confidente: «Estoy muy orgulloso. No podía ni hablar cuando me lo pasaron por teléfono en VCF Radio. El miércoles estaré allí, con él. No suelo ir a Mestalla pero ya le he dicho a Guillot que me guarden mi entrada de los veteranos, tengo una relación muy especial con Jaume... Y si yo fuera Ryan ahora estaría nervioset». Hace más de cuarenta años, cuando fue campeón de Liga, recuerda que le hicieron un reportaje como el que sale en el ejemplar de SUPER de ayer, en el que aparecía Jaume junto a sus amigos en un bar y que fue publicado hace dos años. En su día, junto a él aparecía Cano, el último en entrar en escena. Es amigo de Forment, de la familia de Jaume y encargado del polideportivo de Almenara, donde se machaca el portero durante sus vacaciones en el gimnasio: «Lo bueno que tiene es que se hace con todos, aquí lo conoce todo el mundo, desde los más jóvenes hasta los mayores y no por el fútbol sino por cómo es. Tiene un buen carácter, sabe lo que quiere, es abierto y a mí me recuerda al que tenía en su día Forment. Eso ha sido clave para llegar ahí arriba». Así es Jaume, el orgullo de Almenara.