Un portento físico con grandes capacidades técnicas. Lejos de la película vivida con Filipe Augusto la temporada pasada, Danilo sí rompía a su llegada como uno de los centrocampistas con mayor proyección de su generación. Su nivel en el Braga y un Mundial Sub20 exquisito parecían aval suficiente para avalar su aterrizaje en Mestalla, más allá de su juventud. Unos meses después, las dudas sobre han aparecido, pero la pregunta es hasta qué punto el culpable es el propio Danilo.

La gestión de los jóvenes no está siendo un punto muy favorable en Nuno. No consiguió que Filipe rindiera en Valencia, ni que Zuculini centrara su cabeza, Santi Mina permanece ausente hasta el momento, está desaprovechando a uno de los mejores talentos de la plantilla como es Rodrigo de Paul y dejó fuera de la lista Champions a Zakaria Bakkali, quien sin embargo sí tiene hueco de titular en Liga. Danilo encontró oportunidades ante Rayo, Depor y Espanyol gozó de minutos para sumar, pero el contexto no ha sido el apropiado. En un jugador de sus características el escenario debe cuidarse hasta el más mínimo detalle y tal vez un marcador favorable o la entrada en los últimos 20 minutos de partido para gestionar de otro modo el encuentro habría sido una decisión más oportuna.

Repartiendo responsabilidades, el futbolista, incluso para aquellos que le conocían desde su debut en el Vasco de Gama, ha dejado sensaciones agridulces. Aquel pivote que daba recitales en el robo y la salida rápida ha evolucionado, pero debe acudir a su punto de partida para recuperar la confianza. El orden, la táctica y la buena toma de decisiones eran palabras que acoplaban perfectamente a su estilo de juego y que sin embargo con la camiseta del Valencia todavía no ha mostrado. Tanto como centrocampista defensivo como de interior, Danilo está capacitado para redirigir su rumbo y ser un jugador importante en una plantilla que le necesita para complementar esa parcela. El trabajo ahora está en sus manos, o mejor dicho en sus pies, y en la capacidad de Nuno Espírito Santo para otorgarle una confianza necesaria en un jugador de su clase.