"Hemos hecho una presión muy alta, el centro del campo ha estado increíble. Koke, Carrasco… Gabi recuperaba balones y me emocionaba, me daba fuerza". Las palabras de Tiago Mendes, líder imprescindible en la guerra de guerrillas del Calderón, da forma a la sensación de colapso táctico, mental y físico que sufre el Valencia. Todo forma parte del circuito que actúa sobre el modelo de juego. Las decisiones y el discurso han confundido a los futbolistas, las derrotas han afectado al estado de ánimo del grupo y las piernas no ofrecen las mismas respuestas. La crisis de identidad, también es de intensidad. Sin un plan sólido a nivel colectivo, la calidad individual es la única burbuja. El bajo nivel de confianza impide que la mente tire del cuerpo y viceversa: el cuerpo no tira de la mente. El Atlético arrolló por pasión, claridad de ideas, radio de acción y vigor en la disputa. En clave estadística hay un dato rotundo: los rojiblancos se comieron a los de Espírito Santo en distancia recorrida, 115 kilómetros por 107 en el total valencianista.

La falta de intensidad ofrece una explicación directa para buena parte de los problemas del equipo. Kilómetros no son sinónimo de rendimiento y tampoco de resultados (necesitan un contexto: la calidad de las carreras, la duración de los esfuerzos, el objetivo, el momento, la filosofía de juego, la dimensiones del campo), pero la trayectoria y la personalidad del VCF de Nuno revelan su importancia. La distancia recorrida resulta sustancial porque aquí funciona como sinónimo de vehemencia en la presión, de organización ofensiva, de equilibrio, de orden defensivo, de velocidad por banda, de ritmo, de resistencia, de espíritu en la disputa, de eficacia en las segundas jugadas, de entusiasmo e ida y vuelta para llegar, de sacrificio para bloquear el paso de los rivales y de dureza para cerrar en la retaguardia. Resume gran parte de los valores del libreto de Nuno.

Más kilómetros, mejor juego

La temporada pasada, la versión más competitiva del Valencia estuvo asociada con su superioridad en kilómetros recorridos sobre el rival de manera llamativa. Siempre o casi siempre, la referencia se resolvió con buen juego y victorias. Getafe, Atlético, Villarreal (El Madrigal), Eibar (Ipurua), Real Madrid (Mestalla y Bernabéu), Sevilla. La misma tendencia se observa a la inversa. La inferioridad en kilómetros 2014/15 concurrió con pinchazos sonados, actuaciones tíbias y mal juego por extensión. Depor, Real, Athletic o Málaga sirven de ejemplo. Una de las pocas excepciones es el Camp Nou, donde el Valencia corrió al Barça dando una exhibición a todos los niveles, más allá del resultado. En esa recta final donde temblaron las piernas, los puntos se sacaron adelante desde el corazón, el coraje y el carácter.

Superior desde el físico

En 38 jornadas, el Valencia fue superior a su adversario en este apartado estadístico 22 veces, con un balance de 17 victorias, tres empates (los dos partidos ante el Celta y la visita al Bernabéu) y dos derrotas, las dos ante el Barça. Las ocho jornadas en las que se vio superado abrochó dos derrotas, cinco empates y una única victoria ante el Rayo en Mestalla. Los ocho partidos en tablas, se resolvieron con cuatro victorias a favor, tres empates y una derrota, en La Rosaleda.

En estas nueve jornadas ligueras, el grupo que comanda Espírito Santo no se ha impuesto a nadie —a nadie— en distancia recorrida; tan sólo ha igualado a Betis y Granada al empuje de Mestalla. Se ha perdido esa potente relación competitiva. Ahí esta el nivel de juego y resultados. Hace un año, el Valencia era cuarto, por delante del Atlético, al que había liquidado en Mestalla. Ahora languidece en mitad de la tabla con prácticamente la mitad de casi todo —puntos, victorias, llegada, pegada, goles a favor e ilusión— y el doble de dudas, también de goles encajados.

Eje vertebrador del sistema

La posesión no es garantía de nada en este VCF porque su naturaleza y sus recursos no tienen que ver con los de Barça o Madrid, los únicos equipos del campeonato a los que el talento individual les alcanza para marcar la diferencia permitiéndose el lujo de no exprimir su capacidad pulmonar. En Mestalla, la intensidad es un eje vertebrador capaz de dar forma a cualquier sistema u objetivo. El modelo se hacía fuerte en torno a las figuras de Otamendi y André, más las acciones a balón parado, pero la versión más competitiva tenía y tiene su principio en la velocidad física de ese "grupo de atletas" que prepara Antonio Dias. La idea de Nuno cuaja a través de esfuerzos explosivos y una resistencia física sobresaliente.

El mejor Valencia no vivía de ricos mecanismos de posesión o de complejas transiciones. La premisa era muy básica: presión como respuesta a la pérdida inmediata. Algo que hace cada vez peor. El efecto le obliga a recorrer grandes distancias para llegar al área rival y alarga la figura del equipo concediendo espacios. Atacar por la vía rápida es más dificil porque los adversarios tienen tiempo para mejorar su posición. Defender es más complicado porque los adversarios son preparan mejor su salida por la oposición débil de un engranaje de recuperación mermado. Los partidos no se rompen a favor con inicios fulgurantes ni sale la estrategia. Además, juega la adaptación del contrincante, adaptado hace tiemo: no permiten correr al VCF, conceden menos espacios, se meten atrás y le abocan al ataque posicional cuando sus mecanismos de posesión en campo contrario son mediocres.