Un día de principios de agosto de 2003, Gary Neville se sentó frente al televisor para ver jugar a su Manchester United en un amistoso contra el Sporting de Lisboa. No esperaba que en aquel bolo veraniego se produciese el gran flechazo de su vida. El técnico del Valencia era entonces uno de los líderes del equipo de Ferguson y quedó absolutamente prendado de las cualidades de un jovencísimo Cristiano Ronaldo, de tan solo 18 años, que descosió a sus compañeros de defensa, su hermano Phil entre ellos. Nada más finalizar el encuentro, Gary cogió el teléfono móvil y le envió un mensaje de texto. "Tenemos que fichar a ese chico". Lo que no sabían los Neville es que Ferguson ya tenía atado al luso, que llegaría días después a Old Trafford previo pago de 12 millones de libras, un pico por un jugador tan joven. Estaba físicamente por desarrollar, afrontaba su primera aventura fuera de su país y no hablaba ni pizca de inglés pero Neville sería clave en su desarrollo.

Gary endureció a Cristiano. Tal cual. Semanas después de aterrizar en Manchester, el portugués rompió a llorar como un niño en el vestuario cuando Ferguson le apretó las tuercas a petición de los pesos pesados del equipo. "¿Quién te crees que eres? ¿Por qué juegas para ti mismo? ¡Nunca serás futbolista si sigues haciendo eso!", vino a decirle el escocés a la actual estrella del Madrid. Su reacción fue trabajar duro en cada entrenamiento y corregir sus errores para entender el sentido colectivo del juego. No fue fácil. En el regreso de un partido ante el Charlton, Gary, que calzaba desde el primer momento un rol de hermano mayor, meditó seriamente dejar a su suerte a Cristiano. "Era una frustración constante", reconoció en alguna entrevista. No le gustaba defender y aunque atesoraba un enorme potencial, estaba por pulir... Phil lo perseguía por el césped gritándole instrucciones.

Los jugadores y técnicos del United no entendían algunas maniobras ni actitudes del joven portugués. Sus regates eran como fuegos artificiales, llamativos y estériles a partes iguales y tenía que aprender a ser más determinante. Las excentricidades no acababan de encajar en Old Trafford. Acudía a entrenar ajustado en ropa de marca italiana y un día pidió que pusieran un espejo de 2 metros de altura junto a su taquilla. Los futbolistas del United, que ya habían convivido antes con alguien tan particular como Beckham, no salían de su asombro. Aquello colocó a Cristiano justo en el centro de la diana de las bromas.

Vio en él a Cantona

Esa primera etapa en el Manchester estuvo plagada de anécdotas y de aprendizaje. Neville detectó rápidamente que era un chico diferente. Lo notó en su mirada. Mientras los demás jugadores jóvenes no tenían agallas de mirar a los ojos de jugadores fuertes de aquel vestuario como Roy Keane, Cristiano no se amedrentaba. Ese marcado carácter cautivó al inglés, que reconcoció en él a un nuevo Cantona. Era un digno heredero del ´7´. Este sábado, en su comparecencia previa al encuentro en Mestalla, donde ambos se reencontrarán como rivales, tuvo unas palabras para Ronaldo, que precisamente llega lanzado tras un inicio de curso irregultar: ha anotado once goles en los últimos seis partidos. "Ha jugado conmigo en el United pero ahora todo es distinto, no soy su compañero. Soy su rival, juega en el Madrid y pienso en cómo poder parar sus virtudes. Es un jugador excelente y tengo mucho respeto por él pero me centro en pararlo mañana", dijo. De él llegó a decir que es "el futbolista con más talento" que ha visto. Cristiano, por su parte, ha dicho de él que es el "jugador más profesional" que ha conocido. Hoy se ven las caras.