A mitad camino de regreso a casa tras el partido en Los Cármenes de Granada, el comandante del avión en el que viajaba la expedición del Valencia hizo uso de la megafonía para felicitar a los futbolistas por el triunfo. El mensaje no encontró réplica de ningún tipo desde la parte trasera del aparato, donde los jugadores andaban enfrascados cada uno en lo suyo, con sus auriculares y sus dispositivos electrónicos, pero compartiendo interiormente una reflexión: el juego desplegado en Granada, más allá del resultado, de la actuación de los jóvenes y de la efectividad como sustento de la reacción en el segundo acto, no convenció a nadie. Se había ganado por tres a cero y el Valencia estaba en cuartos pero la cosa no estaba para lujos ni bravatas innecesarias. «Contra el Rayo no vamos a salir con cuatro goles de ventaja», analiza uno de los hombres del conjunto que dirige Neville. Victoria y portería a cero son grandes remedios para relanzar al equipo pero en el vestuario son conscientes de que no puede producirse otro episodio como el de Anoeta. La de Copa fue una victoria de autocrítica, un aviso a tiempo para la visita del Rayo a Mestalla. Mañana vuelve la Liga.

La competición doméstica es ni más ni menos que el tablero donde se está jugando la partida de mayor trascendencia, al menos por el momento, y el Valencia, mientras le acompañe la matemática, está dispuesto a echar el resto. Existe el convencimiento entre los futbolistas de que los resultados van a llegar y no hay nadie, absolutamente ningún protagonista, que esté dispuesto a descarrilar antes de tiempo de ninguna competición. Esa estrategia, por más que se insista desde el entorno, no encaja con la filosofía del cuerpo técnico de Neville ni con los jugadores. Por difícil que resulte el desafío, el nivel de compromiso es total. La plantilla tiene espíritu crítico y reconoce que durante la primera parte del encuentro ante el Granada, un rival que se sabía fuera de antemano y que se hizo fuerte por falta de contrapeso, no estuvo a la altura de los acontecimientos, desaprovechando con una alarmante falta de ideas y fallos en el circuito de conexión un contexto ideal para dar un golpe de autoridad y crecer a partir de las buenas sensaciones. El objetivo finalmente se consiguió, pero por la vía del resultado. Lejos de caer en el olvido, ese episodio y el de San Sebastián forman parte del presente de los jugadores y de la rutina de preparación del partido de mañana.

La victoria contra los de Jémez no se negocia. El Rayo Vallecano es un equipo con argumentos en la faceta ofensiva, que por encima de todo hace de la falta de miedo su mayor virtud y si el Valencia no logra cerrar las compuertas de la retaguardia y reactivar el centro del campo, al que se apuntan Parejo y André Gomes salvo que el técnico considere lo contrario, puede correr riesgos. Los técnicos han analizado al detalle las posibles situaciones que se van a encontrar en el encuentro, conscientes de que el tren de las aspiraciones pasa justo mañana al mediodía por el césped de Mestalla. El balance final de la visita a Los Cármenes dejó una lección para cada uno. Al Valencia le ha llegado la hora de comenzar a ganar partidos. No se puede fallar.