Pablo Hernández vuelve a casa. Por primera vez desde que se marchó del Valencia. Viajó con el Swansea en Champions hace dos años, pero no pudo pisar el césped por lesión. Este domingo lo hizo con el Rayo.

El castellonense ha regresado a la Liga a sus treinta años después de dos aventuras en Gales y en el desierto que le han permitido conquistar títulos a nivel deportivo y, sobre todo, le han «llenado» a nivel personal. Siente que ha crecido en todos los sentidos. Descubriendo nuevas culturas, aprendiendo lenguas y respetando otras religiones. Primero Swansea y después Doha y Dubai cambiaron su vida para siempre.

«Será muy especial volver a jugar en Mestalla. Pasé cuatro años muy buenos, solo me faltó el título. Siempre estaré agradecido al club porque me permitió ir a la Selección Española en aquella Copa de Confederaciones de 2009 -fue por Iniesta- y jugar al lado de grandes jugadores como Villa, Silva, Mata, Albelda, Baraja o Joaquín. Siempre estaré orgulloso». Igual que de su decisión de probar en la Premier League. «Tenía ganas de probar en una liga diferente y fuerte como la inglesa. Fue una gran experiencia -57 partidos- que me permitió ganar mi primer título, la Copa de la Liga». Con la marcha de Laudrup perdió protagonismo en el equipo y buscó otros caminos. El Al Arabi Sports Cub de Qatar se cruzó en su camino en el verano de 2014. Allí firmó tres temporadas. «En Qatar vivía en una residencia para jugadores, estábamos a mitad de tabla y me fui cedido al Al-Nasr de Emiratos Árabes Unidos a mitad de año. Fueron seis años muy intensos. En mi primer partido gané la Copa de la Liga en un partido en el que metí uno, dio otro y provoqué un penalti. Luego ggané la Copa de la Ligaanamos la ´UAE Presidents Cup´.

Pablo ha formado una familia. Fueron ellos y sus padres los que le animaron a plantearse la vuelta al fútbol europeo. «Lo hablamos y decidimos que si había posibilidad de volver a España lo intentaríamos. Yo echaba de menos la competitividad de la Liga y sobre todo la adrenalina esa de ver los estadios llenos. Allí estaban vacíos. Zola, el entrenador, entendió mi deseo de volver a la competición de alto nivel y permitió mi cesión al Rayo. Era un equipo que encaja en mi filosofía y la forma de ver el fútbol y lo tuve claro». Ahora Pablo disfruta del fútbol en Vallecas. El pasado domingo jugó por la banda derecha o la izquierda de Mestalla. Aquellas con las que tantó soñó de niño.