En el momento en el que el árbitro decretó el final del encuentro, Mestalla descargó una pitada contra el césped. No es la primera de la temporada y probablemente, tampoco lo sea en la era Neville, pero sí evidenció síntomas de que la grada ha entrado en un estado de desesperación. Las victorias no llegan más allá de la Copa, donde el equipo saca rendimiento a cada comparecencia y aprovecha para curar sus heridas del resto de caídas en la competición. La dinámica, pese al esfuerzo y pese a todos los niveles de cambio, no deja de ser negativa. Mestalla detecta el peligro de la zona baja, el Valencia está solo cinco puntos por encima del descenso y uno de los sectores más radicalizados despidió a los futbolistas con el cántico de «jugadores, mercenarios». La acusación es clara y directa, aunque representativa solo hasta cierto punto, puesto que se trata de un grupo de unos cincuenta o sesenta aficionados. Los mismos que minutos después, a la salida, esperaron a que los protagonistas abandonasen el estadio con sus vehículos para increparles.

El aficionado de a pie acabó harto del Valencia, desesperado por la incapacidad para materializar y tirándose de los pelos por otro partido sin ganar. Algunos sacaron incluso pañuelos. El descontento es más que evidente. ¿Por qué? La estadística es demoledora. El Valencia es el equipo que más tiempo lleva sin ganar en la Liga. Exactamente, dos meses y tres semanas, desde que lo hiciera el siete de noviembre ante el Celta de Vigo, un ejercicio difícil de descifrar cuando el equipo caminaba sin rumbo y sin entrenador. El Sporting, además, se llevó por delante catorce meses de dinámica impoluta en casa.

Mestalla cayó y dejó de ser un fortín que se había consolidado desde el 30 de noviembre de 2014, cuando el Barça plantó la bandera en la Avinguda de Suècia. Y por si fuera poco, el Valencia no enlazaba seis partidos consecutivos de Liga sin ganar en casa desde hacía 22 años. Neville sigue sin ganar en la competición doméstica dos meses después y el calendario se endurece. El fantasma del descenso, pese a que el equipo insiste en no mirar hacia abajo, comienza a asfixiar.