«En el fútbol manda el resultado, es lo que te hace sonreir o estar triste». Como manifestó Parejo, el Valencia dibuja una media sonrisa; ha mejorado su color competitivoParejo. Las victorias han transformado el estado de ánimo del equipo, han producido un cambio de tendencia cuyo impacto se siente en la confianza y las maniobras de los futbolistas. Acumulando menos méritos que ante Getafe o Sporting, en un escenario de partido que hace 15 días le hubiera costado una derrota seguro, el Valencia conquistó en Granada los tres puntos. El 2-1 contra el Espanyol ha desbloqueado el coco y las piernas de los jugadores. La fase de colapso parece en vías de extinción. La actuación de Los Cármenes nada tuvo que ver con la explosión experimentada ante el Rapid Viena; menos ritmo, menos volumen de intensidad, menos recuperación, menos llegadas, presión más tímida, más juego en campo propio, más imprecisión, más sufrimiento, peor organización general. Sin embargo, ha servido para reparar un cordón fundamental en el tejido competitivo de este grupo de futbolistas: la superioridad en distancia recorrida sobre el adversario ligada a la victoria. Uno de los puntos en común imprescindibles entre Granada y Espanyol es la supremacía en este apartado estadístico: 115 kilómetros por 111 ante los de Sandoval; 109 kilómetros por 104 frente a los de Constantin Galca. Es un dato, una referencia, un punto de apoyo.

Distancia no es sinónimo de intensidad en el despliegue, tampoco de rendimiento y menos de resultados, pero en el Valencia marcan tendencia por la trayectoria del equipo 2014/15 y el vuelco existencial vivido con Nuno Espírito Santo en el primer semestre del curso, donde se resquebrajó esa relación competitiva. El Valencia pasó de arrollar siempre a no imponerse nunca en el cuenta kilómetros. El bajón físico ha sido rotundo y el bloqueo mental, total. Ahí están los resultados. La temporada pasada, en 38 jornadas, el Valencia fue superior en este apartado en 22 ocasiones. El balance: 17 victorias, tres empates (los dos partidos ante el Celta y el Bernabéu) y dos derrotas, ante el Barça. Las ocho ocasiones en las que perdió en distancia recorrida sólo ganó al Rayo, en Mestalla. En las ocho que igualó con su adversario, únicamente salió derrotado en La Rosaleda, dejó cuatro victorias y tres empates.

Energía, ‘pressing’, equilibrio

El dato necesita un contexto: modelo de juego, futbolistas, adversario, calidad de los esfuerzos, objetivo, dimensiones del campo. Si bien, la intensidad siempre se ha manifestado como la diosa de las victorias para este grupo de jugadores. Con Gary Neville, en diez jornadas de La Liga, todavía no se había producido está relación ganadoraGary Neville. Al contrario, sí se había reproducido -como con Nuno- una operación bastante más lúgubre: menos distancia recorrida igual a derrota o empate. El bajo nivel de seguridad impedía que la mente tirase del cuerpo y viceversa, las piernas no levantaban el espíritu. Por plus emocional y por amor propio, el Valencia de Neville sí superó en kilometraje al Real Madrid (Mestalla), conquistando un empate. La película en Riazor fue distinta; el Depor le hizo correr y sufrir, pero el equipo arañó un punto en el último suspiro. El mérito estuvo en no doblar la rodilla hasta el final del partido.

La remontada ante el Espanyol

El canal juego-confianza-energía-resultados asoma como prueba de vida. Parece que el Valencia tiene más piernas y mejor ánimo. Más allá de las dudas de fondo, sobre la superficie rompen los 115 kilómetros de distancia recorridos en Los Cármenes, el máximo de esta temporada, igualado con el registro ofrecido en Mestalla ante el Rayo, aunque el equipo de Jémez se fue a 125. Las dos con Neville. El curso pasado -cuatro partidos de Copa, sin Europa y centrados totalmente en La Liga- el Valencia sólo llegó a 115 ante el Levante en Mestalla, en el empate del Bernabéu y sólo los superó en una única jornada, en casa ante el Celta (1-1), cuando llegó a 116 buscando la Champions a la desesperada.

En Sevilla, en el último partido de Nuno, el equipo se quedó clavado en 103 kilómetros recorridos y cero disparos. Neville encontró un contexto muy difícil a su llegada. Tuvo que reanimar una plantilla gripada, golpeada por las lesiones en futbolistas clave, superada, bloqueada y quemada. Con la dinámica de trabajo restringida por la sucesión de dos partidos por semana, las derrotas, las limitaciones propias del idioma y los errores, no había anuncio de reacción por ningún lado: la dolorosa derrota contra la Real en Anoeta o el 7-0 ante el Barça hicieron mucho daño. La serie de tres victorias -Espanyol, Rapid, Granada- han modelado las emociones: frustración y enfado por ilusión y emoción. La llegada de Cheryshev, la apuesta por Negredo, el paso al frente de Alcácer, la recuperación de Enzo, Feghouli, André, Gayà, Rodrigo, Diego Alves... Neville ya cuenta con todos, sólo faltan Abdennour y Bakkali. Pako Ayestarán también ha sido un refuerzo determinante para completar los eslabones perdidos en la cadena. La sombra del descenso se aleja y el clima filtra menos tensión. El Valencia necesitaba resultados. No está todo arreglando, pero la intensidad de las victorias abre un camino para levantar el juego.