Las posibilidades de derrota de un equipo de fútbol aumentan exponencialmente cuando sólo remata una vez a puerta durante 90 minutos, pierde casi un balón por minuto, recupera unos cuantos menos que el rival y ni siquiera es capaz de provocar un córner en el campo del último clasificado de la Liga. Es el ejemplo de lo que pasó ayer al Valencia CF en el Derbi de la ciudad, un duelo que ganó merecidamente el Levante UD (1-0). Aparte de salir con la lección táctica aprendida „cosa que Gary Neville no consigue que hagan los suyos„, los granotas jugaron con una ambición y una intensidad de las que no hubo ni rastro en el bando blanquinegro.

El primer robo de balón de los levantinistas, obra del revolucionado Deyverson, un par de segundos después de que los atacantes del Valencia hicieran rodar el esférico tras el pitido inicial empezaba a evidenciar las ganas con las que unos y otros se tomaron el Derbi. El conjunto de Rubi salió a morder a arriba, dispuesto a aprovechar las debilidades defensivas de un Valencia que ha encajado goles en todos los partidos de Liga que ha jugado con Neville como entrenador. Y nada cambió ayer. El objetivo de mantener la portería a cero con vistas a la ´final´ europea del jueves ante el Athletic acabó en un simulacro fallido. El Valencia volvió a recibir gol y a sufrir lo indecible a la hora de defender cualquier pelota colgada al área de Diego Alves: Córners, faltas laterales, frontales y hasta en los saques de banda.

Un saque de banda de Juanfran lanzado al corazón del área fue el modus operandi con el que el Levante destrozó la línea defensiva de los de Neville. Tan frágil como inocente y contemplativa. Deyverson, el mismo que había desquiciado a Mustafi hasta forzar el saque de banda, concentró en el área pequeña la atención de tres hombres: Barragán, Mustafi y Abdennour. El balón caía desde el aire al espacio generado por el brasileño en busca de Peppe Rossi. El pillo italiano sacó tajada del desorden táctico y la pasividad cómplice en las marcas también de Parejo y Siqueira. Gracias a la calidad que atesora en la zurda, Rossi colocó el esférico con el interior de la bota en un ángulo imposible para Alves.

La jugada refleja el estado inerte en el que vive el equipo. Indecisiones tácticas, insolidaridad colectiva y una preocupante incapacidad para concentrarse en la tarea. Un cóctel explosivo que permitió un gol inconcebible para cualquier sistema defensivo mínimamente trabajado. El castigo granota se hizo efectivo a los 64 minutos, pero pudo haber llegado antes. En la primera mitad, sobre todo, cada saque de esquina que probó a la zaga blanquinegra concluyó con un remate local: Simao, Medjani y Feddal. El cabezazo del marroquí lo repelió Alves en una demostración de reflejos. No sólo a balón parado, con el juego en marcha, las líneas avanzadas del Levante explotaron los vacíos del Valencia en la media para encontrar entre los centrales al escurridizo Deyverson. Y también la verticalidad de Morales por la izquierda y sus malintencionadas internadas hacia el interior del área. Así, con un balón filtrado entre Mustafi y Barragán, Rossi disparó contra el poste en el minuto 21.

El sistema defensivo del Valencia fracasó rotundamente. Un problema con el que colaboraron las escasas anticipaciones, los pases telegrafiados y las pérdidas continuas en la construcción, la inexistente conexión creativa entre Parejo y André Gomes, la ineficacia para desdoblar de los laterales, para desbordar de los extremos, y la poca movilidad del ´9´ arriba. Con Parejo y André completamente apagados el Valencia no juega absolutamente a nada. No hay un plan táctico definido ni asumido con claridad por el equipo. Además, una vez más la penosa puntería también se convirtió en un lastre. Si otras veces han sido Rodrigo, Negredo o Paco, ayer el que perdonó lo imperdonable fue Feghouli. A los 12 minutos Mariño sacó la mano en el suelo para desviar un remate del argelino totalmente solo.