Intensidad, máxima implicación, determinación, genio. Santi Mina representó ante el Sevilla todo lo que Mestalla agradece en un futbolista. A su salida del césped sólo tenía fuerzas para decir: «No puedo más, no puedo más». La escena forma parte de la historia de esta temporada. Pese a la decepcionante nota general, el atacante gallego ha terminado por conquistar su lugar; se ha ganado el aprecio de sus compañeros, de los técnicos y de los aficionados. Con 20 años, Mina es uno de los valores más importantes para el Valencia del futuro. El verano pasado aterrizó con poco más de 50 partidos en el primer equipo del Celta. En mayo, finalizará el curso con treinta y tantos encuentros más en la élite; mucho más hecho, con la experiencia de la Champions y una fulgurante aparición en la Europa League. Santi es mejor futbolista que hace doce meses y va a más, en todo: personalidad, potencia, coordinación.

El momento de Santi Mina nada tiene que ver con sus primeros meses como valencianista. Después de un comienzo difícil, el atacante encontró el partido que necesitaba para empezar a desbloquear su fútbol ante el Barça. Aquel golazo, que significó el empate ante Messi y compañía en Mestalla, fue un refuerzo determinante en su trayectoria; una inyección de confianza y energía positiva.

Virtudes reconocibles

Una vuelta después, Santi Mina vuelve a encontrarse con el equipo blaugrana estabilizado en su posición, tras cerrar ante el Sevilla 76 minutos de pura pasión. Frente al FC Barcelona, Mina marcó su primer gol como blanquinegro. El gallego irrumpió en el área para fusilar a Bravo, tras una maniobra espectacular de Paco Alcácer ante Piqué y Mascherano. La perspectiva del tiempo ha confirmado las sensaciones que el jugador desparramó tras el partido: aque momento fue una liberación.

Hasta diciembre, se vio un jugador tierno, robótico en sus maniobras, tieso, propenso al error en la toma de decisiones. Nada que ver con su estilo vivo, atrevido y abierto. Paso a paso, aprovechó también el primer empuje de Gary Neville para crecer desde sus valores principales: ambición, paciencia y constancia. La espiral de malos resultados, el contexto del equipo y la aternancia a rachas en su rol suplente-titular-grada tampoco ha puesto facilidades para una adaptación rápida. Si bien, Mina es hoy un jugador mucho más reconocible en sus virtudes y en su carácter, consciente de que tiene mucho que evolucionar. En esa dirección, lo más importante es que sabe escuchar.

Atómico en la Europa League

El paso del Celta al Valencia CF y de Vigo a Valencia, con 20 años, no es fácil de asumir, por todo: la familia, los amigos, la ciudad, el equipo, el entorno de trabajo, el club… Sus números insisten en que progresa adecuadamente y que es capaz de adaptarse a todas las posiciones del ataque. Esta temporada ha trabajado en derecha, izquierda y como segundo delantero, la posición en la que mejor desarrolla sus condiciones. Tanto, que hasta Navidad sus números eran mejores que bajo la tutela de Berizzo o Luis Enrique.

Después del Barça, en diciembre, marcó también al Barakaldo en Copa y ante el ‘Geta’, en Liga. Hubo luces y sombras también. De nuevo brilló ante el Granada en Copa y firmó un gol liguero esencial para ganar en Los Cármenes. Su gran momento llegó en la Europa League. Tres goles y tres asistencias dejó en dos partidos. Para la historia queda la ida ante el Rapid, en la que anotó dos goles y dio otros tres (6-0). En palabras de Mina, es la mejor primera parte de su carrera; no recordaba nada igual desde que firmó cuatro goles al Rayo con el Celta (6-1). «Think positive», piensa en positivo, reza uno de sus tatuajes. La actitud es clave. Mina regresa al futuro, ante el Barça empezó todo y el equipo tiene ganas de reivindicarse.