No es del todo cierto que el cáncer le arrebató «lo bueno y lo malo», como él dice. Conserva su afilado discurso y la pasión periodística; también la energía (corre 15 kilómetros cinco veces a la semana) y su imán para las noticias. Por eso, con 71 años, aún espera su «momento».

¿Qué va a encontrar un lector en la biografía de José María García? ¿Usted se ve representado en ella?

Me cuesta mucho leerlo. De hecho, no lo he terminado aún, porque muchas veces lo cierro preguntándome: ‘¿Yo era ese hijo de puta?’… Lo cierto es que yo no leí ni una línea antes de que se acabara. No sé si me gusta o no todavía.

¿A qué se debe esa dicotomía?

La parte positiva me parece excesivamente elogiosa, empezando por el prólogo. Un tipo como Pedro J. Ramírez dice que en las últimas décadas, este país lo han cambiado dos personas: Umbral con la pluma y yo con el micrófono. Hay otros que dicen que he cambiado gobiernos, que he desviado aviones, y no me siento representado con todo eso, aunque si lo pienso es verdad. No creo tener el poder que dice el libro, hay testimonios que cuentan cosas sin un rigor excesivo, del mismo modo que en la parte negativa se citan todo tipo de tropelías y atropellos que hice en su día por una exclusiva…

En el libro se da a entender que usted era capaz de cualquier cosa por una exclusiva.

Sí, se da la imagen de que yo mato por una exclusiva. Y por una se puede dar todo, pero con el tiempo te das cuenta que lo importante no es entrevistar el primero a un personaje, como yo le exigía a toda mi gente, sino hacerle la mejor entrevista de todas. Sacarle más cosas, contar cosas distintas. Eso lo ves con el tiempo, pero en España parece que no tiene ningún valor la experiencia; yo, con 40-50 años, no sabía lo mismo que ahora.

¿Se siente representado por el periodismo actual?

Ni por el periodismo en general ni por el periodismo deportivo. Me entristece la época actual, la peor de todas de la profesión. No quiero disculpar a los profesionales, pero más que un problema suyo es de las empresas: salvo contadísimas excepciones, hoy las empresas están en quiebra técnica. Tanto las pequeñas como las grandes, las de izquierdas como las de derecha. Prisa, Unidad Editorial, Intereconomía, Público… Entonces, las que sobreviven, lo hacen porque se arriman al sol que más calienta.

¿Se podría decir que el periodismo se ha llenado de abrazafarolas?

Podría ser un término festivo. Ahora impera la cultura de la penuria. Mire. El otro día viví un caso muy triste en el gimnasio. Recién duchado se me acercó un tío del gimnasio, que me había oído decir que me daba vergüenza que periodistas hechos y derechos se presten a estos circos, y me comenta: ‘oye, tengo un amigo que lleva 25 años de tertuliano, que es brillante y conocido, y hace poco vino y me dijo que me vendía los 1.000 euros en cheques-regalo que le pagan por las colaboraciones periodísticas a cambio de 800. Se te cae el alma a los pies, porque ese mismo es el que juzga a los pilotos de avión, a los policías o a quien sea cada mañana.

Una realidad, más que leyenda urbana, son las noches en pareja que ha roto Supergarcía.

(sonríe) La monotonía acaba con todo. Con la profesionalidad, con el trabajo o con el matrimonio. Y cuando pasa con una pareja, ahí hay que empezar a mover el banquillo; más de uno lo hacía por la tarde y a la noche le decía a la parienta que no porque quería oírme.

De noche, a nivel deportivo, ahora impera ‘el modelo Chiringuito’.

El Chiringuito es odioso, un ejemplo de lo que no puede ser un programa. Hoy dicen blanco, mañana negro y al tercero ámbar. Fichan, desfichan. Salen altos cargos de periódicos con bufandas, cuales radicales. No puede ser. En eso ha quedado el periodismo; es caótico.

¿Alguna vez ha reconocido que cuando empezó no tenía ningún interés especial por el deporte?

A mí me gustaba, y me gusta, practicar deporte. Yo empecé por accidente, porque en otros tipos de periodismo había censuras. A mí me gusta el periodismo.

Dejó de ejercer de un día para otro, sin despedirse como tal, en 2002. ¿Está retirado definitivamente?

A mí me encantaría volver ahora. Pero para eso tienen que darse unas circunstancias muy concretas. Para hacer el periodismo que yo quiero hacer, debemos tener detrás una empresa independiente que me respalde. ¿La hay?

¿Y por qué no la crea usted?

Porque el comunicador no puede ser empresario. Lo vengo repitiendo hace mucho tiempo. A las pruebas me remito: los proyectos de Cebrián y Pedro J. Ramírez, los únicos que ha habido en los últimos tiempos, derivaron en pérdidas. A mí me ofrecieron el 25 por 100 de Antena 3 Radio y dije ‘no’. Hacen falta empresarios y jefes que tengan conocimientos del medio: esto no es una pollería, un banco.

Ha sido un periodista, y valenciano, Vicente Ferrer, quien se ha lanzado con su primera biografía.

Sí. Esta tierra supone algo especial para mí. Nunca he tenido problemas aquí, y además dio al que considero uno de los pilares del fútbol español: Pepe Claramunt. En cuanto a Vicente, su gran currículo le precede, como su pasión por el Valencia. Es un coñazo de tan valencianista que es (bromea). Él es la prueba palpable de que el fútbol nunca puede ser un negocio. Con todos los respetos, el chino —Peter Lim—, que no sabe ni el idioma, no puede imaginarse la felicidad de los valencianistas por ganar al Barça.

Ya que habla usted de Lim.

Hablo de la mala suerte que tienen ustedes en Valencia, que han tenido varios dirigentes de muy poco calado en las últimas décadas a saber porqué. Del mismo padre salen dos hermanos. Uno es listo, generoso, emprendedor y trabajador, Juan Roig; y otro perezoso, tonto y algo rufían, Paco. Y por desgracias, el que cae en el club es Paco…

Lo dice como si le doliera a usted personalmente.

El Valencia debería estar arriba, luchando con los más grandes, porque pocos equipos tienen este estadio y esta afición; con la gente preparada que hay en esta región, salvo algunas excepciones, aquí les ha tocado bailar con la más fea. Ahora el castigo se acentúa con Lim.

Explíquese.

No tengo nada en contra de él, pero estoy seguro de que a Peter Lim le cuesta diferenciar entre una palangana y un balón. Los magnates se toman el fútbol, el deporte, como un negocio. Como un medio, no como un fin. Todos buscan algo, como hacía el jeque del Málaga.

Hablaba antes de la alegría del Camp Nou. Sin embargo, la temporada ha sido principalmente de tristezas para el valencianismo

Lim no sabe y tampoco se ha rodeado de los que saben. Resulta que contrata a un amigo, que era un jugador medio, como entrenador… ¡Y no había entrenado ni a un equipo de Educación y Descanso!

¿Usted se compraría un club?

Por nada del mundo. Soy feliz con mi club de futsal, Movistar Inter. Buenas noches y saludos cordiales.

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