«En el primer tiempo el fútbol del equipo fue bueno y en el segundo, excepcional€ los errores nos están penalizando mucho». Más allá de la subjetividad que admite cualquier análisis en el fútbol, el discurso de Pako Ayestaran guarda el respaldo de los números. El Valencia disparó más, generó más ocasiones, tuvo más el balón, fue más preciso en el pase y corrió tanto o más que su adversario. Quique Setién también reforzó esa superioridad. Sin embargo, esa lectura positiva del partido es un arma de doble filo: el punto de partida puede cristalizar como punto de fuga si el examen no va acompañado de una potente autocrítica. Fundamentalmente porque no está tan claro que jugando así se van a ganar más partidos de los que se van a perder.

Las estadísticas producen una sensación de dominio equivocado. Un equipo que encaja cuatro goles no compite bien, más allá de la falta de calidad en algunos miembros de la defensa. Las Palmas se mostró como un equipo más hecho, más maduro, mejor pensado y más inteligente. Los amarillos pretenden el balón, pero en Mestalla fueron capaces de reciclarse para resistir y golpear con acierto; aprovecharon una fase de claridad durante el primer acto „15 minutos„ para marcar la diferencia. Naturalmente, dieron un paso atrás que les llevó a pender de un hilo muy fino durante toda la segunda parte. Setién exigió a sus jugadores más balón en el postpartido para evitar tanto sufrimiento en las próximas jornadas, pero „consciente del contexto„ sus cambios fueron en la dirección más práctica: defender y contragolpear. Primero, metió más pulmón con el cambio de Vicente Gómez por Montoro. Después, prescindió del control de Viera para apostar por la velocidad de Araujo, que dirigió el contragolpe del gol definitivo, cuatro minutos después de entrar en el campo.

El eje Roque, Vicente, Viera

Más allá de Santi Mina, gustó la mezcla de Enzo Pérez, Medrán y Parejo en el centro del campo. Los tres funcionaron bien. Su superioridad estadística es clara respecto a sus oponentes en esta zona del campo, sin embargo, la sensación final es que Roque Mesa, Vicente Gómez (después Montoro) y Jonathan Viera fueron los jueces determinantes del partido. El trío amarillo se impuso al blanquinegro en la fase en la que llegaron los tres goles de la UD Las Palmas. Además, contaron con la ayuda de El Zhar y Prince Boateng (luego Momo) en la creación, la finalización y la destrucción. El centro del campo canario sí pudo marcar la diferencia con balón y después fue clave cerrando vías de entrada. Los dos primeros goles de la Unión llegaron desde la derecha, en la que Mina (delantero) no llegó a cerrar, primero ante Míchel Macedo y después ante El Zhar, con Gayà empujado al centro. Abdennour y Vezo no pudieron con Livaja y Boateng, pero antes, los amarillos transportaron el balón con mucha facilidad ante Parejo, Enzo o Medrán (interior por ese sector).

Compromiso colectivo

La sala de máquinas valencianista tiene momentos de claridad, ritmo y vértigo con balón. Cuando toca defender, también se desempeña con intensidad, pero tiene tramos de zozobra. En esas fases, todavía falta continuidad y también consistencia en la presión. Esas etapas de respiro, normales y naturales, son un drama para el Valencia porque la defensa nunca responde. En el estreno bastó con un par de centros laterales. Demasiado poco. Si la delantera no mata en el momento justo (Medrán puso a Santi Mina mano a mano con Javi Varas), las fugas defensivas pesan todavía más. No todo es toque. El trabajo de Las Palmas es el mejor ejemplo.

Cuatro goles son demasiado

Existe un problema de estructura que comienza en el ataque, toma forma en la medular y se siente en la retaguardia. Las Palmas se llevó la victoria gracias a dos centros al área mal defendidos, un penalti discutible y un serial de indecisiones tras un saque de esquina a favor. Cuatro remates, cuatro goles y ninguna parada de Ryan. Una eficacia fuera de lo normal, que ahora estaríamos celebrando si la hubiera tenido el Valencia. Al contrario, tener que marcar cuatro goles o más para ganar un partido es demasiada carga y la carencia, heredada, ya fue detectada hace ocho meses.

Mario Suárez potenciará las opciones en la medular

Ayestaran está convencido de que Mario Suárez va a producir un salto de calidad en el centro del campo. El entrenador valencianista valora al madrileño como un centrocampista de equipo grande, preparado para defender y crear fútbol desde la posición de mediocentro defensivo. Mario estuvo en el banquillo frente a Las Palmas, no debutó después de unas pocas jornadas de trabajo con todo el grupo, pero se le espera frente al Eibar. En Watford y Fiorentina no estuvo acertado; el objetivo es recuperar el nivel que le llevó a ser un futbolista importante en la rotación del Atlético de Madrid y que le llevó a la selección española.

Mario Suárez puede ser interior, pero está destinado a llenar de contenido la vacante dejada por Javi Fuego. Hasta ahora, Enzo ha sido el poste bajo en la sala de máquinas, ha rendido, pero su naturaleza es otra; funciona mejor como interior, donde puede explotar su despliegue. Esa alternativa podría liberar a Parejo, más cerca del ataque, doblando la posición de Medrán. Por sus condiciones, Mario puede ofrecer equilibrio, con y sin balón, actuando por delante de la defensa. Más opciones, más competencia.