"Es un orgullo y honor que me comparen con el mejor jugador del mundo, sabiendo que estoy lejos de eso. Es un orgullo que comparen mi estilo. Sin embargo, sí es verdad que me gustaría hacerme conocer por quien soy y no por un apodo que llevo con mucho orgullo, con mucho honor. Es bueno que la gente sepa sobre el fútbol femenino y no compare. Martha hizo su nombre por lo que hace en la cancha, nadie la comparó con Pelé". Es lo que responde la internacional argentina Estefanía Banini cuando le preguntan por su apodo de ´la Messi´. La nueva jugadora del Valencia Femenino nació en Mendoza y luce el ´10´ en la espalda de la Albiceleste. Igual que el astro del Barcelona. Ahora vuelve a seguir los pasos de Leo y cruza el charco para triunfar en Eurpa y, sobre todo, seguir siendo un orgullo para los suyos. "Mi nena es un orgullo enorme, no solo porque le dicen Messi, eso es relativo, sino por estar haciendo lo que hace", comenta su padre, Tito.

Su fama se disparó hace dos años en la Copa América Femenina de Ecuador. Su exhibición contra Brasil fue tal que la árbitro le pidió "no provocar más" con sus ´gambetas´. Era el orgullo de un país. Todos los focos apuntaban a ella. Muy diferentes fueron sus inicios. La pequeña Estefanía era el centro de todas las miradas, pero por un motivo distinto. El machismo. En Mendoza no había escuelas de fútbol femenino y se vio obligada a ingresar en un club de chicos con cinco añitos. El Cementista le abrió las puertas. Aún les visita y les está agradecida. Allí luchó contra rivales y contra prejuicios. "Fue difícil que me dieran un lugar, había mucho machismo y me costó. Al principio los varones no me iban fuerte, me cuidaban demasiado. Y escuchaba a los padres en las tribunas decir que cómo iba a jugar una mujer. Otros me iban a pegar sólo por ser mujer, por impotencia. Siempre sentí que me trataron distinto. Había padres que, por ser mujer, me querían sacar de la liga o del torneo, y empezaban a poner excusas, como que me podía lastimar. Todo era por machismo. Hasta hicieron firmar a mis papás una carta diciendo que ellos se hacían cargo de cualquier cosa que me pasara", relata.

Lo único que le pasó a Banini es que no dejó de crecer como futbolista y mujer. Su primer paso fue fichar por la escuela ´Las Pumas´ donde empezó a jugar con otras chicas y a conquistar títulos a nivel local y nacional. Allí era distinta al resto, pero solo por su fútbol. Habilidosa, rápida, vertical. Tenía esa chispa especial y llamó la atención de grandes clubes y su selección. El seleccionador, Borello, le echó el ojo para la Sub´20. Inmediatamente después, fue el Colo-Colo chileno quien la vio y le puso una oferta irrechazable sobre la mesa porque le permitía estudiar la carrera de educación física en ´Las Américas´ de Chile. Hizo las maletas y triunfó conquistando diez títulos, incluida la Libertadores y el galardón de mejor jugadora de Chile 2014. Le esperaba la Absoluta y un nuevo reto en la Women's Professional Soccer de Estados Unidos con el Washington Spirit. "Los sueños están para perseguirlos y hacerlos realidad". Allí conquistó un subcampeonato y la bota de oro, pero su sueño americano empezaba a quedarse pequeño. En los últimos días se ha incorporado al Valencia Femenino.