Santi Mina, vuelve a casa. En la misma semana Mina se ha quedado sin minutos en Riazor y fuera de la lista de la Sub´21. Celtiña desde antes de nacer, Santi reconoce en Vigo el escenario ideal para reivindicarse y convencer a Prandelli.

Santi Mina, el niño que llevaba dentro Balaídos, sus compañeros lo bautizaron como ´el Pichón´ cuando comenzó a asomar por el primer equipo del Celta con 17 años recién cumplidos. Un apodo que responde a la precocidad de su irrupción en el fútbol profesional y que fue idea de Orellana, el futbolista que lo apadrinó desde el día que entró por la puerta del vestuario de los mayores. Hace dos veranos que abandonó el conjunto vigués pero a día de hoy casi todo en su vida sigue ligado de algún modo al Celta de Vigo. El de esta tarde será un partido especial. Santi regresa a su casa para enfrentarse a un equipo al que siente desde antes de nacer -su padre, Santiago Mina Vallespín, jugó allí tres temporadas- y lo hace en un contexto que roza la necesidad, lleno de ganas de reivindicarse y mostrarle a Prandelli todo su potencial.

Sus últimos minutos fueron contra el Barça. La semana pasada se quedó en el banquillo esperando el momento de salir contra el Depor en un partido que para un celtiña como él roza lo personal y el viernes se quedó fuera de la lista de la Sub´21 para la trascendental eliminatoria de acceso al Europeo ante Austria. Una sucesión de golpes encajados en poco tiempo. Su vuelta a casa es el escenario perfecto para relanzarse. Llegó a A Madroa con diez añitos, siendo alevín de primer año y siempre ha sido hincha del Celta. Allí se convirtió en ´niño maravilla´ y captó la atención del planeta antes de aterrizar en Mestalla pero no fue tan sencillo como suena. En cadetes sufrió una grave lesión en el peroné -esguince y fisura- tras una patada de un rival y apenas tuvo protagonismo aquel año. Lo pasó verderamente mal.

Su explosión llegó como juvenil, cuando marcó 27 goles en 17 partidos, unos registros extraordinarios que le valieron para romper un récord que tenía Messi, para ingresar en las categorías inferiores de la selección y para debutar en el primer equipo a las órdenes de Paco Herrera, donde se convirtió en el undécimo goleador más joven de Primera. Después regresaría al filial, donde tuvo un arranque de temporada difícil, sin marcar en cinco partidos, pero se salió en la segunda vuelta y su alta contribución sirvió al filial del Celta para ascender a Segunda B. Estuvo con Luis Enrique y después con Berizzo, con quien se destapó marcando nueve tantos en otra gran segunda vuelta en la que formó sociedad con Nolito. En una tarde ante el Rayo anotó cuatro tantos, siendo el más joven de Primera en lograrlo en los últimos 80 años.

Sus amigos, de A Madroa

Santi dejó Vigo en su mejor momento para fichar por el Valencia convirtiéndose en la cuarta venta más alta del club tras Míchel Salgado, Makélélé y Turdó después de que el club de Mestalla pagara su cláusula de rescisión, valorada en diez millones de euros. Su marcha fue bastante difícil de encajar para la hinchada local, que hace justo un año, en su regreso a Balaídos, se lo reprobó en cada acción que tocaba el balón. Un sector importante de Balaídos pitaba al chico al que había visto crecer. Una ruptura así genera reacciones llenas de pasión. «Es el club de mi tierra, donde he crecido, me he formado como persona y como futbolista, en mi corazón siempre va a tener ese lugar especial», expresaba en su despedida. Sus mejores amigos, con los que habla a diario y con los que el pasado verano se marchó de vacaciones, los sacó de la cantera celtiña. Rubén Blanco, el guardameta, está a las órdenes de Berizzo. David Goldar está en la Ponferradina. Álvaro Casas, a quien dedica sus goles, ahora juega en el Oviedo B. El ´Pichón´ vuelve a casa pero no de visita. Mina vuelve a Vigo con ganas de reivindicarse.