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La inestabilidad que devora ahora mismo al Valencia exige certezas y reclama especialistas que ofrezcan garantías para impulsar al equipo hacia una nueva realidad. Y en ese escenario irrumpe un nombre que cobra cada vez más fuerza y que está llamado a ser protagonista a las órdenes de Prandelli. Se trata de Munir El Haddadi. El delantero fulmina reticencias y se abre paso a base de goles. Tras su destello ante el Barça, donde jugó hipermotivado y firmó un gol de primera clase desde la frontal del área, el hispano-marroquí fue relegado a una segunda línea hasta la semana pasada, cuando salió para agitar el frente de ataque ante el Granada en una puesta en escena alentadora, que contrastaba la calidad de sus movimientos y sus ganas de reivindicarse y tener un impacto más decisivo en el Valencia.

Munir no se conforma con ser actor secundario. No lo hizo en el Barça. Ante el Sevilla saltó al césped a la hora de juego y en cuatro minutos había restablecido las tablas en el marcador. Era el primer balón que tocaba. No necesitó más. El ´9´ definió con un toque exquisito. El gol reclama a Munir.

Hasta ahora ha jugado solo dos partidos como titular pero prescindir de él es un auténtico lujo para un Valencia necesitado de puntos. Si se analizan los registros de participación y efectividad anotadora del primer tramo de la temporada, Munir es claramente el más destacado de los cuatro delanteros. El ´9´ ha firmado dos tantos en 405 minutos disputado en los que ha disparado 0´8 por partidos. Unos números que revelan un porcentaje de acierto es del 25%, es decir, Munir marca uno de cada cuatro disparos. Algo verdaderamente extraordinario en un equipo que necesita casi diez -el Valencia es de los clubes con peor efectividad, con 9,56 disparos por gol- para marcar un gol.

Rodrigo, que es la referencia ofensiva de Prandelli desde su llegada, tiene un índice de acierto de 13´6%, acumula más del doble de minutos -938-, más del doble de disparos por partido -2- y solo ha marcado un gol más. El hispano-brasileño no está traduciendo las ocasiones en puntos, precisamente lo que demanda la situación del equipo.

Tampoco Nani, que dispara casi cuatro veces por partido y ha marcado dos goles, un ratio de conversión de solo el 7%. Mina es, por detrás de Munir, el que mejor números tiene. En los 460 minutos que ha disputado el gallego ha conformado un ratio de 1,4 disparos por partido, marcando dos goles en lo que va de curso, lo que se traduce en una efectividad del 18%.

Prandelli quiere más de él

El domingo, en el entrenamiento de los suplentes en Paterna, unas horas después de que aterrizara el avión del Valencia en Manises tras caer en Sevilla, Prandelli se acercó al delantero y mantuvo una charla individual con él. El técnico está satisfecho con su contribución en el Pizjuán -un estadio que ya conquistó en la pasada Supercopa de España con un gol calcado, resolviendo a la primera con los tres últimos dedos de su pie izquierdo- y le pide más todavía. También el valencianismo, que escruta al ´9´ esperando una respuesta competitiva de tintes explosivos -se adivina en él a un jugador con cualidades para marcar diferencias- que contribuya a relanzar al equipo. Sevilla debe servirle para hacer su punto de inflexión particular y desencadenar su potencial. Hasta la fecha su protagonismo ha sido muy medido -más de lo que esperaba-, probablemente demasiado como para abrirse paso y convertirse en un hombre importante. Tras batir a Sergio Rico, su celebración destiló reivindicación y rabia a partes iguales. No fue una liberación, fue un ejercicio de rebeldía en toda regla. Munir quiere más.

Aprovecha cada minuto

Pese a que jugó escorado en la derecha, donde lo han alineado ya Pako Ayestaran, Voro y Prandelli en lo que va de temporada, Munir genera más peligro cerca del área. Sin ir más lejos, el gol en el Pizjuán lo fabricó oficiando casi como último atacante. Un detalle del que deberá tomar nota Prandelli. El futbolista se mueve mejor como delantero y el esquema con dos delanteros le puede beneficiar. El exbarcelonista ha aprovechado cada minuto y debe encontrar un camino hacia la continuidad tras superar una situación en la que el escaso margen de maniobra ha limitado el protagonismo de un sector de la plantilla, desencadenando un malestar que se refleja en mensajes como «aunque el equipo no gane aquí siempre juegan los mismos», una realidad difícil de digerir y que puede conducir hacia la desconexión.