La controvertida venta de Nico Otamendi, la más reciente de Mustafi, el caótico desfile de entrenadores, la incorporación tardía de la pareja de centrales titular, Garay y Mangala, la ausencia en la plantilla de un mediocentro puramente defensivo, extremos de escaso recorrido físico, oportunidades de gol desperdiciadas que amplifican cada error defensivo... Toda una cadena de razones y debilidades que han derivado en el Valencia CF 16/17: el que más goles ha encajado a estas alturas de temporada desde 1982. El equipo de Pako Ayestaran, Voro y ahora Cesare Prandelli ha encajado 24 tantos en 13 encuentros.

La media de goles recibidos es de casi dos por partido. Debe rebobinarse 53 años en la historia para dar con un Valencia con más agujeros en su portería por estas fechas. El día de la Lotería de Navidad -22 de diciembre- de 1963 el conjunto entrenado por Pasieguito acabó la jornada 13 perdiendo 2-0 en Murcia. En la clasificación, compuesta por 16 clubes, cayó al décimo tercer lugar con ocho derrotas y 26 goles en contra. En las siguientes semanas la competición avanzó con una victoria en casa con el Atlético y dos goleadas dolorosas en Zaragoza (5-1) y Barcelona (4-0). Mundo, mito de la delantera eléctrica y entrenador del Mestalla, asumió el banquillo. El que fue goleador de raza, logró blindar defensivamente el equipo y lo alzó hasta la final de Copa de Ferias y a posiciones europeas.

La seguridad defensiva, encajando sólo 11 goles en 14 partidos, y un sprint final de cinco triunfos consecutivos trasladaron al Valencia de Edmundo Suárez de la zona de promoción de descenso al sexto puesto. Trascurría la década de 1960, años de evolución en los que nuevas ideas cuestionaban los viejos planteamientos en cada ámbito de la vida y el mundo del fútbol no fue una excepción. A pesar de que el juego ofensivo, predominante durante los 40´ y 50´, seguiría contando como exponentes con Brasil, Alemania o el Ajax de Rinus Michels, el catenaccio se consolidaba como sólido contrapeso.

Italia exporta la defensa

Los fracasos de Italia años atrás llevaron al defensivo técnico del Pádova, Nereo Rocco, a la Azurra para los Juegos Olímpicos de 1960. En Roma los italianos volvieron a ser competitivos, acabaron cuartos, y Rocco fichó por el Milan. El precursor catenacciaro ganó el Scudetto y al año siguiente la primera Copa de Europa para el Calcio gracias a una zaga con líbero -palabra italiana-, un bloque atrasado para los cánones de la época, ordenado, intenso y veloz en ataque. Entre 1963 y 1965 Helenio Herrera, un argentino criado en Marruecos, abrillantó el modelo dando dos Copas de Europa más al Inter. La década de oro italiana finalizó con el título de la Eurocopa del 68, otra Copa de Europa de Rocco con el Milan y la final del Mundial de México.

El Brasil de Pelé, Tostao y Rivelino arrolló a Italia (4-1). Pero a lo largo de aquellos años floreció una alternativa con la que poder vencer a los equipos que tenían a los magos del balón con salarios más elevados. La importancia de defender bien se expandió por Europa con los matices de la escuela de cada lugar, pero las delanteras fueron perdiendo efectivos paulatinamente y los duelos con resultado abultado disminuyendo. El Valencia CF, por ejemplo, ya había recurrido a un simpatizante del nuevo calcio: el argentino nacionalizado italiano Alejandro Scopelli, con el que levantó la Copa de Ferias en 1963 echando el cerrojo en las rondas finales. Método similar al utilizado por el carismático Mundo para la conquista de la Copa de 1967.

En 1971 otra leyenda del fútbol de ataque, Alfredo Di Stéfano, devolvió la Liga a Mestalla 24 años después. ´La Saeta´ creó una mole defensiva granítica. El asturiano Abelardo se convirtió en el portero menos goleado como Cañizares 30 años más tarde. Sol, Aníbal, Jesús Martínez o Roberto Gil fueron tan vitales como Claramunt, Forment o Valdez. A imagen y semejanza de lo que sucedería en el futuro con Ayala, Djukic, Carboni o Albelda.

Desde entonces y hasta la cuarta plaza obtenida en 2015, con el récord de puntos igualado, los equipos blanquinegros que más y mejor han competido con los mejores sobresalieron por el valor defensivo. Entre ellos, el doble campeón de Liga con Benítez, el de Cúper, finalista de la Champions, o el de Ranieri, que ganó la Copa del 99 tras una larga sequía. En 1979 el Valencia se había coronado campeón copero, lo que le condujo a triunfar en Europa con la Recopa y la Supercopa a las órdenes de Di Stéfano y Pasieguito. La difícil década de los 80 acabó con el equipo otra vez entre los primeros merced a dejar la portería a cero por sistema de la mano táctica del uruguayo Víctor Espárrago. Más tarde, el Valencia contragolpeador de Luis Aragonés redujo la cifra de goles encajados para pelear hasta el último partido por la Liga con el Atlético.

A la inversa, el Valencia ha sufrido siempre que perdió la solidez de su retaguardia. En la campaña 1982/83 la reacción tras una primera vuelta horrible y un gol en el último suspiro de Tendillo salvaron al equipo del descenso, un destino inevitable ni siquiera con Di Stéfano en 1986. Hoy día Prandelli necesita que su Valencia corte una sangría de de 17 jornadas consecutivas recibiendo goles -mal que proviene del pasado curso- y seguir con los ejemplos positivos de 1997 ó 1963 para alejarse de los fantasmas del descenso.

5-3-2 para cortar la sangría

El técnico inglés John Gregory dijo una vez que «las defensas ganan los campeonatos». Ya no con ese fin, pero en el Valencia urge la confianza que da dejar a cero la propia portería. Por eso, Prandelli ha revestido al equipo con un 5-3-2 y apela al compromiso defensivo de todos para acercarse a las victorias y cerrar una serie indecorosa de derrotas en la Liga. Incluso, cómo decía Gregory, podría hasta traer una Copa tan inesperada como la de 2008.