La de Miguel Ángel Morant es una de esas historias que merecen ser contadas. Una historia de superación personal, una experiencia llena de vitalidad, capaz de minimizar otros problemas que rondan la cabeza de miles de valencianistas como él. "En comparación con lo que yo he vivido, el Valencia lo tiene chupado, más aún con 19 partidos de Liga por delante", insistía en la cita que tuvo con SUPER el día del Valencia-Leganés en la competición de Copa.

Como cada día que el Valencia juega en casa Miguel Ángel acudió a Mestalla desde su localidad natal, Gandia. La liturgia valencianista comenzó de la mano de su padre en 1972 y sólo un infarto cerebral la frenó en seco hace cinco años."Un día paseaba con mi mujer y empecé a ver doble. Me mandaron a casa y luego me diagnosticaron un ictus. Perdí casi todas las facultades sensoriales. Estaba escuchando por la radio, vía internet, el partido que ganamos en Vallecas contra el Rayo por un gol a dos. Fue en noviembre de 2011, marcaron Jonas y Tino Costa, acabamos sufriendo con el gol en los últimos minutos de Tamudo. Iba perdiendo el habla, el gusto... al final me quedé en una silla, siendo casi un vegetal. No comía, no bebía, perdí muchas dioptrías, ni escribía... sólo oía", relata con una poderosa nitidez de detalles, curiosamente, superior a la de antes de haber padecido esta delicada enfermedad cerebrovascular.

Los augurios pesimistas del médico, a los que no podía responder, le enrabietaron por dentro y una frase de su hija junto a su pasión por el Valencia CF encendieron en él los motores de la recuperación, los que dos años después le permitieron apartarse de la silla de ruedas y recuperar la normalidad en su vida. "‘Mi papá se muere’. Eso se me quedó grabado al lado de una palabra: ‘Valencia, Valencia y Valencia’". El apoyo familiar puso las herramientas para una hazaña que parecía imposible, pero que "poco a poco" fructificó. "Comencé la rehabilitación con gran esfuerzo. Creo que los jugadores del equipo podrían pensar en mi caso, la superación de una persona que quiere a un club, que ama a aun club. Para mí, el Valencia es lo más, igual que mi familia. Lo que he hecho es gracias a ellos, al Valencia y a periodistas como Julio Insa y vosotros, SUPER, que día a día me distéis fuerzas para poder estar aquí. Mi objetivo para no desfallecer siempre era volver a Mestalla, volver a casa", relata.

Los trabajos con los rehabilitadores y la logopeda resultaron básicos, tanto como su pasión valencianista. Las horas de radio en el proceso de venta, donde la canción ‘Resistiré’ se convirtió en casi un clásico, le acompañaron en su sacrificio diario de levantarse a andar en la arena de la playa. Las páginas de este periódico, "leído hasta la última palabra", mantenía su ilusión valencianista y, sobre todo, sirvieron para ir recuperando la agudeza visual. En diciembre de 2013, aún costándolo caminar, Miguel Ángel pudo cumplir su sueño. Él y su padre presenciaron el Valencia-Real Madrid (2-3). En 2014 ya estaba prácticamente recuperado y volvió a ser un habitual del sector 15 del estadio. "La enfermedad del Valencia es falta de identidad, el jugador no piensa la camiseta que lleva, debe amarla y esforzarse por ella. Por ejemplo, Parejo debería pensar quién llevó el ‘10’ antes que él: Kempes, Subirats, Fernando...", acaba.

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Cristóbal