Simone Zaza y Nicola Sansone coincidieron una temporada y media -con éxito- en el Sassuolo. El nuevo delantero valencianista y el atacante groguet formaron parte, junto a Domenico Berardi, de uno de los tridentes más fascinantes que ha ofrecido el Calcio en los últimos años. La mezcla de potencia, pegada y recursos técnicos sirvió para asegurar el advenimiento y la normalización del club de la Emilia-Romaña en la Serie A, también para disparar su recorrido, que se despegó hace dos veranos. Primero, Simone dio el gran salto a la Juve, con viraje fallido al West Ham hace seis meses. El pasado mes de agosto, Nicola llegó al Villarreal por 13 millones de euros. Ocho goles y tres asistencias después, la apuesta puede etiquetarse de éxito. El sábado, en el Estadio de la Cerámica habrá reencuentro. Ahora están separados por no más de cien kilómetros.

Sansone conoce bien a Zaza, el vigor de su mejor versión y el contexto. El punta es una voz autorizada y advierte que el delantero encajará perfecto en la ciudad, en Mestalla y en el balompié español: «Puede relanzar su carrera en el Valencia. La situación es difícil, pero tiene carácter y LaLiga es muy distinta a la Premier». Sansone fue luminoso en el Corriere Della Sera; él está funcionando de cine. Disfruta, como los otros dos italianos del Villarreal, Roberto Soriano y Daniele Bonera, mal tratado por los problemas físicos. El próximo ‘Derbi’ tendrá toque italiano, con el estreno de Zaza como atracción.

Bonera (35 años) pertenece a otra generación. El zaguero rompió en el Brescia, explotó en el Parma y fue campeón con el Milan. Es un hombre de equipo, con valores de equipo. Más en común tienen Zaza, Sansone y Soriano, que forman parte de la misma generación (1991). Además, comparten orígenes. Los tres tienen raíces en el Sur. Zaza nació en Policoro, pero se crió en Metaponto, pueblo de la región de Basilicata. Jugando en la vecina Bernalda fue descubierto por los ojeadores del Atalanta de Bergamo. Sansone y Roberto Soriano nacieron y se criaron en Alemania, en Múnich y Darmstadt, respectivamente. Hijos de inmigrantes, antes de regresar como futbolistas a Italia, pasaron por la cantera del Bayern, donde coincidieron. La familia de Sansone es originaria de Novi Velia (Salerno) y la de Soriano proviene de Sperone (Avellino), localidades de Campania, vecina de Basilicata. Pese a su condición de italo-alemanes, siempre han defendido la Azzurra, en sus distintas categorías.

La trayectoria de los cuatro tiene varios puntos en común. Prandelli, por ejemplo, entrenó a Bonera en el Parma y en su etapa de seleccionador confió en Zaza y Soriano para distintas concentraciones ‘B’. Los dos alcanzaron la internacionalidad y se estrenaron en la absoluta de la mano de Antonio Conte, que también hizo debutar a Sansone. La selección es otro punto de encuentro. Durante la etapa de Conte, Zaza coincidió con Soriano en tres partidos, ante Croacia, Bulgaria y Bélgica. Con Sansone volvió a reunirse -bajo el mando de Giampiero Ventura- en el último amistoso ante Alemania. Eusebio Di Francesco es otra figura fundamental en el paso de Zaza y Sansone. En su Sassuolo funcionaron de maravilla, al abrigo de en un entorno perfecto: entrenador grande y club familiar, con modelo ejemplar: estabilidad, apuesta por los italianos, confianza para los jóvenes. Simone voló con con Di Francesco por su capacidad para hacerlo sentir importante. Allí, Berardi era el diamante en bruto, Zaza la referencia y Sansone el tapado. Nemici intimi. Enemigos íntimos en el viejo El Madrigal.