Cuando irrumpió en el vestuario del primer equipo del Celta de Vigo con diecisiete años recién cumplidos, a Santi Mina le apodaron ‘el Pichón’, un nombre cariñoso que fue idea de Fabián Orellana y que hacía referencia a su precocidad. Cuatro años después el gallego mantiene su ilusión intacta pero hace tiempo que dejó de ser un niño. Crece a pasos agigantados, al punto que se ha convertido en la metáfora evidente de lo que debe ser el nuevo Valencia. Santi ya no es un ‘Pichón’. Sus compañeros ahora le llaman de puertas hacia dentro 'el Toro Mina'. ¿Por qué? Las razones saltan a simple vista, las exhibe cuando juega y su gol en el Estadio de la Cerámica las resume a la perfección. Además de por su físico portentoso, lo del 'Toro' responde a que el atacante gallego es sinónimo de creer, luchar hasta el final y dejarlo todo dentro del campo hasta que los calambres atenacen cada fibra de sus músculos. Mina ha demostrado que está dispuesto a morir en el césped cada vez que sale a jugar y eso fascina y contagia a sus compañeros. Lo suyo es mentalidad ganadora: "yo no me rindo nunca", indicó tras anotar un gol de garra y pundonor en la victoria en Villarreal. En un contexto de fragilidad y tensión generalizada, ese es un valor que cotiza al alza.

En este momento Santi se encuentra a tope física y mentalmente y eso se traduce en un rendimiento positivo sobre el terreno de juego. El segundo tramo de la pasada temporada le sirvió para comenzar a cautivar al valencianismo con actuaciones de primer nivel ante Rapid de Viena o Barça, siendo decisivo en uno de los momentos más débiles del equipo tras experimentar una transformación física -en el Celta pesaba 77 kilogramos, aquí llegó a alcanzar los ochenta y después perdió otros seis, quedándose en 74, lo que le valió para afilar su potencial físico y volverse un futbolita más ágil y explosivo a pesar de las constantes llamadas de su mamá, Rita, preocupada, preguntándole si comía bien porque lo veía demasiado delgado-, y esta temporada comenzó fuerte con un doblete ante Las Palmas pero sufrió dos reveses: una dolorosa fascitis plantar -pese a ello nunca dejó de competir- y después la negativa gestión de talentos jóvenes de Prandelli, que puso en riesgo su progresión en un año que determinante para él.

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Machacó su confianza

La tarde del 22 de octubre el italiano le dio el último tramo del partido contra el Barça para generar peligro pero no estuvo especialmente acertado, perdió el balón en un par de ocasiones en lugar de terminar jugada y el conjunto azulgrana se vino arriba, lo que les permitió lograr la victoria en los intantes finales. Prandelli la tomó con el gallego. En lugar de estimular su confianza, lo marginó, haciéndole sentir que no era válido para ayudar al equipo durante un mes y medio, algo injusto con un futbolista tan generoso en el esfuerzo como él. Lo dejó sin minutos contra el Dépor en un partido que roza lo personal para un celtiña como él y la misma semana se quedó fuera de la lista de la Roja para la eliminatoria de acceso al Europeo Sub’21 de Polonia. El golpe fue terrible. La semana siguiente, ante el Celta, salió cuando quedaban diez minutos y el partido ya estaba decidido. Ante el Granada no participó y en la ida de la Copa ante el Leganés, donde el esperaba disfrutar de al menos media hora para reivindicarse, no jugó un solo minuto. El mensaje de Prandelli era claro: no reconocía en él un activo interesante para ayudar al equipo.

Un mes y medio marginado

Ante el Sevilla jugó nueve minutos y se dejó la piel y lo que hiciera falta en el Pizjuán, bajando al centro del campo para llevar la pelota al ataque, donde el italiano había acumulado hasta cuatro jugadores. En la vuelta ante el Leganés volvió a quedarse sin protagonismo. Y ante el Málaga solo disputó seis minutos. Así era imposible demostrar nada. Prandelli lo condenó al ostracismo durante un mes y medio. Después llegó el 'fuori', un episodio en el técnico reclamó justo lo que aporta Mina'fuori': sudar la camiseta. Siete semanas después, el 10 de diciembre, en Anoeta ante la Real Sociedad, el técnico sustituyó a Fede a la media hora de juego y Santi salió a morder: provocó el penalti que transformó Parejo. Tras la espantada del italiano, Voro ha implantado de nuevo la lógica como ingrediente fundamental de su modelo de gestión y eso ha devuelto a Mina al centro de la acción. Su situación ha cambiado de forma radical. Solo le han hecho falta cinco partidos para convertirse en referencia. Ante Osasuna volvería a provocar un penalti -esta vez lo falló Parejo- y sus derroches de energía ante Espanyol y Villarreal lo han consagrado como uno de los líderes de este simulacro de reacción. El gallego ha cogido la línea como delantero adoptando la máxima de que la defensa empieza en el primer hombre . Sus dos goles en los dos últimos partidos son jugadas de estar metido, de intensidad y fe ciega. Ante el Espanyol, cazó el rechace al vuelo. En Villarreal fijó al portero con la mirada, embistió, le robó la cartera y entró hasta adentro. Desde el banquillo le decían "aprieta, aprieta como tú sabes"... A Sergio Asenjo le pilló 'el Toro'.

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