Carlos Soler es la demostración de que no hace falta llevar el brazo tatuado y conducir un deportivo último modelo para ser buen futbolista. Los acontecimientos han comenzado a sucederse en su vida a ritmo de vértigo. Nadie, ni a los 20 años ni tampoco a los 30, está preparado para lidiar con el éxito de esa manera. Su irrupción, un episodio de ruptura casi sin precedentes, ha hecho que el futbolista haya entrado en una nueva dimensión en la que entran en juego elementos de naturaleza impredecible como son la fama o el dinero, pero eso no significa que haya afectado a su vida. Su objetivo, el de su familia y el de las personas que guían su futuro es que dentro de lo que supone este cambio Carlos siga siendo el mismo.

Uno de los aspectos que definen con bastante nitidez su cabeza privilegiada y el hecho de que tiene los pies en el suelo es que, detrás de los autógrafos, las ovaciones, el estruendo mediático y, en definitiva, la admiración del valencianismo, el futbolista sigue concentrado en los dos frentes que marcan ahora mismo su día a día. Uno, seguir creciendo como futbolista del Valencia, aprender y responder a las expectativas generadas a base de esfuerzo y trabajo: sabe que este camino solo ha hecho que empezar y entiende el fútbol como una carrera de fondo. El otro, la facultad. Ni su explosión en la élite ni la circunstancia de que el club de Mestalla le haya hecho contrato de la primera plantilla -ahora se cambia en el vestuario del primer equipo, su contrato ha mejorado y lleva el dorsal ´18´ a la espalda- han sido motivos suficientes para que deje la universidad.

Carlos Soler ha empezado este curso a estudiar la carrera de Periodismo -hace unos meses hizo la selectividad, era su segunda opción después de INEF- en la Universitat de València, Campus de Blasco Ibáñez, donde acude a diario con su Volkswagen Polo. Y por extraordinario que resulte, mezcla con naturalidad -y una discreción impropia de alguien de su edad- esa realidad con el fútbol de la élite. Los ojos del valencianismo están puestos en él pero no altera su día a día por nada del mundo. Curiosamente, este salto ha coincidido de lleno con los exámenes del primer cuatrimestre de la carrera, un escenario en el que la mayoría de estudiantes de primer curso acostumbran a naufragar.

Tiene interés por el juego

No es su caso. Soler recibió el lunes la nota del primer examen y lo ha aprobado, algo que ha sido muy celebrado en su entorno, que ve cómo mantiene el mismo camino y comparte sus alegrías con los mismos de siempre. Lo sorprendente es que nadie en su entorno le empuja a los estudios, es la senda que él mismo ha elegido. El jueves entrenó y antes de abandonar las instalaciones sus compañeros le desearon suerte para lo que le venía por delante. A las cuatro y media tenía un examen y todavía le quedan unos cuantos. Uno Mario Suárez, que lo cuida y lo protege en el día a día junto a Medrán, Jaume, Enzo, Mina o Alves. "Dale máquina, estudia mucho y el sábado nos vemos", le escribió en Instagram. Soler es el único futbolista de la plantilla del Valencia que va a la universidad y además estudia el nivel dos de entrenador, como Lato y Javi Jiménez, algo que contrasta que es un futbolista con interés por el juego. Hoy tiene día libre pero irá a Paterna a tratarse y a trabajar un poco en el gimnasio.