Otra vez mirando por el retrovisor y con miedo. Después de las dos derrotas consecutivas encajadas en Liga, la última además con un componente vergonozos por producirse en casa, ante el Eibar y por goleada, el Valencia puede meterse de nuevo en un lío. Y no en un lío cualquiera. Perder este sábado once de febrero en el Benito Villamarín puede devolver al conjunto que entrena Voro al barro de la pelea por evitar el descenso a segunda división. Palabras mayores y sobre todo palabras muy duras de escribir, leer y escuchar, pero de una realidad tan certera, que atormentan la conciencia y tranquilidad de todo el valencianismo. Sin excepción.

No hay más que mirar la clasificación para calibrar la envergadura del problema. El Valencia tan solo ha sumado 19 puntos en los 20 partidos que ha disputado, que son solo seis más que los que tiene el Sporting de Gijón, equipo que ya ocupa plaza de descenso a segunda división. Entre los dos solo hay otro equipo, el Leganés que tiene 18 puntos. Lo grave del asunto está en que este domingo a las cuatro y cuarto de la tarde juegan en tierras madrileñas el Leganés y el Sporting. Esto significa que o bien el Leganés, o bien el Sporting, o bien los dos, van a sumar puntos, es decir, o uno de los dos suma tres puntos o los dos suman un punto, lo que obliga al Valencia a puntuar como mal menor, pero sobre todo, le obliga a ganar, de lo contrario, o estará más cerca de las puntuaciones de descenso porque gana el Sporting y se acercaría a tres puntos de los de Voro, o si gana, el Leganés le supera en la clasificación porque tiene ahora 18 puntos y se iría a los 21, dos más que el conjunto de Mestalla. ¡Drama!

Con lo puesto

Y además, el Valencia se presenta en Sevilla casi con lo puesto. Las bajas de Enzo Pérez y Carlos Soler en el centro del campo y la del argentino Garay en la defensa, obligan a tantos cambios y tanta improvisación a Voro, que pocos esperan que la victoria en Sevilla pueda llegar de lo meramente futbolístico. El equipo deberá apelar a lo anímico para sumar los tres puntos. Nada nuevo por otra parte.

Y eso que el propio Voro ya ha señalado en más de una ocasión que no se puede depender única y exclusivamente de lo anímico porque «está muy bien eso de ponerle cojones, pero algo habrá que hacer cuando tengamos la pelota», pero la realidad es que todas y cada una de las buenas actuaciones del equipo esta temporada han venido más por impulso que por una continuidad en el juego. De hecho, cuando todo apuntaba que el equipo empezaba a jugar sin estrés y con cierta normalidad y hasta había adquirido algunos mecanismos de la mano del técnico de L´Alcúdia, llegó la derrota en Gran Canaria y sobre todo, el ridículo del sábado pasado ante el Eibar, un partido en el que el Valencia estuvo mucho menos intenso y atento que en Villarreal o ante el Espanyol en Mestalla, partidos que, casualmente, terminaron con victoria valencianista.

La derrota ante el Eibar ha encendido todas alarmas y no solo las deportivas y las que tiene que ver con la clasificación. La indignación se contagia entre los aficionados, que ven como el equipo no levanta el vuelo y al mismo tiempo nadie en el club da la cara. Voro está solo ante el peligro, nadie da la cara ante los pésimos arbitrajes que recibe el Valencia y de su presidenta solo se sabe que volverá de Singapur cualquier día de estos con un plan debajo del brazo en el que nadie cree.

Desorden y el cortoplacismo

El proyecto de Meriton al frente del Valencia vive instalado en el desorden y el cortoplacismo, ese que le hizo pensar que no hacían falta fichar centrocampistas en el mes de enero tras ganar al Espanyol y al Villarreal, y ahora Voro, siempre Voro, presa del pánico, ha tenido que convencer a Enzo Pérez para que se quede. Hoy no está pero se queda. Menos mal. Y la afición espera...