Si hace un tiempo el Valencia sucumbía a cualquier elemento en contra como consecuencia evidente de su fragilidad competitiva, ayer el árbitro no pudo con el equipo ni con Mestalla, síntoma que constata por sí solo la rehabilitación de este equipo. El conjunto de Voro, lanzado a base de confianza y un aire reivindicativo que se descolgaba de una grada en déficit de alegrías, gravitó sobre la polémica. De Burgos Bengoechea no señaló dos penaltis de manual a favor de los valencianistas que, de haberlos pitado, hubiesen otorgado a los locales una palanca poderosísima para redondear la noche con un marcador más holgado. Se hubiese ahorrado el aficionado el último pasaje del encuentro, infártico, con el Madrid inclinando el terreno de juego hacia los dominios de Alves. Las dos acciones transcurrieron en solo cinco minutos. La primera, en el 67´, sucedió justo después de que Zaza se plantara frente a Keylor tras ganar un balón aéreo. Cuando llegó la hora de resolver ante la salida del costarricense, el italiano fue arrollado por Carvajal, que lo empujó sin intención de disputar la pelota.

Era ocasión manifiesta de gol. Si no lo quita de en medio el madridista, Zaza probablemente hubiese culminado la jugada. Instantes después, en el 72, Munir cabalgaba en dirección a la portería rival en un contragolpe. Se plantó en la frontal del área, recorte hacia afuera y el balón se despega unos centímetros de su bota, una imprecisión producto del cansancio. En ese instante llega Sergio Ramos a todo tren y pisa la bota del ´9´ valencianista, arrastrándolo un palmo dentro del área. La acción es clamorosa. Munir cae dolorido y el central madridista recupera la posesión. El árbitro, sorprendemente, no señala absolutamente nada. La afición en Mestalla no daba crédito. Incluso hubo otro episodio que deja en mal lugar al árbitro antes del final del encuentro. Una patada de Rafael Varane a Gayà a la altura de la mandíbula que mandó al de Pedreguer directo a la lona. Amarilla y a otra cosa, cuando el galo mereció claramente la expulsión. Lo de ayer fue un derroche de energía, un ejercicio de conquista y de resistencia. El Valencia compitió en el sentido más alto de la palabra. El procedimiento habitual no fue suficiente para tumbar ayer a un equipo resuelto a saldar con urgencia la deuda que tiene consigo mismo y con su hinchada.

Los jugadores hicieron un esfuerzo extraordinario y habrá que estar pendientes del parte de guerra. "Ha valido la pena el esfuerzo que hemos hecho, nos lo hemos dejado todo y eso es lo que tenemos que hacer, dejarnos la piel en el campo y así la afición nos lo agradecerá. Son tres puntos muy importantes para nosotros. La afición necesitaba una alegría así, esta victoria nos da mucha confianza. Un diez para todos respecto al esfuerzo, en el minuto setenta no podíamos más y hemos aguantado como hemos podido, hemos trabajado en defensa como nunca. Ese es el camino, dar el cien por cien. Eso nos va a hacer crecer y a partir de ahí mejoraremos muchas cosas", decía Gayà. Zaza, que marcó el gol de la noche y, en palabras de Zidane hizo "mucho daño entre líneas", defendía tras el encuentro: "hemos demostrado lo que somos nosotros. Voy a disfrutar del momento, el sábado tenemos otro partido y no podemos olvidar donde estamos en la clasificación. Estoy en un equipo que me da confianza. La afición ha estado increíble, ha ayudado durante todo el partido, hemos merecido ganar, y en parte gracias a la afición. A veinte minutos del final he sentido mucha fatiga. No podía ayudar al equipo, tenía un golpe en la tibia que me duele mucho, pero nada, estoy feliz".