Siete veces ha cambiado el Valencia CF de entrenador en menos de dos temporadas. Nuno, Voro, Neville, Ayestaran, otra vez Voro, Prandelli y, nuevamente, Voro. Sin duda, en todo este tiempo el exjugador de l´Alcúdia ha firmado los mejores registros en el banquillo. Una evidencia que, sin embargo, no esconde otra realidad: la de un equipo que vive continuas desconexiones, que ha sido incapaz de competir con regularidad. Incapaz desde comienzos de la pasada temporada, la 2015/16, de colarse una sola jornada entre los seis primeros. Es decir, en las plazas de Champions y Europa League.

«Todos esperábamos más de este equipo, pero la realidad es la que es. Cuando llegué nos encontrábamos empatados a 12 puntos con el Sporting, que marcaba el descenso. Eso ha cambiado. Y ahora hay que seguir remando, es difícil que un equipo que no ha estado bien se lance a ganar partidos», admitió Salvador González, Voro, después del empate del sábado en casa con el penúltimo clasificado y de que la implicación de los jugadores esté en tela de juicio. La reacción del Valencia de Voro, que vivió su último repunte en la victoria frente al Real Madrid, ya había perdido antes vigor con el 0-4 del Eibar y se ha evaporado del todo con la pobre imagen dada ante Atlético y Sporting.

La mano de Meriton

Desde que Peter Lim decidió, acabada la campaña 14/15, restar peso a la dirección deportiva, los resultados logrados por una plantilla entrenada por hasta cinco técnicos no han satisfecho a una afición acostumbrada a ver a los suyos mucho más arriba. Sin el amparo ni la exigencia de gestores conocedores de la empresa futbolística, los jugadores no han respondido a las expectativas del valencianismo. La ausencia de liderazgos, de un plan deportivo firme o de un técnico plenamente respaldado por Meriton desde el adiós de Nuno son factores que tampoco han ayudado a aumentar la competitividad.

A lo largo de dos temporadas sólo puede destacarse algún pico de rendimiento -casi siempre con un partido grande de por medio- que a las pocas semanas perdió toda su efervescencia. El inestable Valencia de Meriton siempre ha acabado cayendo. Y ha vuelto a pasar. El alarde de facultades ante Espanyol y Villarreal, con Voro recién aterrizado, ha quedado en el olvido. Dejando aparte el triunfo contra el Madrid -partido de la jornada 16, aplazado al 22 de febrero-, la cosecha de los blanquinegros en los ocho partidos acumulados de la segunda vuelta ya es peor que la de la primera vuelta. Pese al lastre de derrotas con el que el Valencia de Pako Ayestaran empezó la Liga, el balance actual entre las jornadas 20 y 27 con los mismos ocho rivales del inicio es, incluso, inferior. Un punto menos, una victoria menos y la mitad de goles.

Después de la destitución de Ayestaran Voro corrigió la tendencia con seis puntos consecutivos con Alavés y Leganés. En la segunda vuelta, en cambio, el equipo dejó escapar en Mendizorrotza buena parte de las posibilidades de mirar hacia arriba y apurar las escasas opciones europeas. Los jugadores salieron señalados del Calderón y la desconexión se ha consumado con un inesperado tropiezo en Mestalla, donde con un Leganés de suplentes ya hubo algún indicio de recaída.

Las desconexiones del Valencia se han convertido en un suceso periódico. Pasó en diciembre de 2015 tras contentar a la afición con un 1-1 con el Barça, antes de que Voro cediera las riendas a Neville. Pasó con el inglés tras ganar al Espanyol, avanzar en la Copa o humillar en Europa al Rapid. Sobre todo, sucedió hace once meses cuando a las órdenes de Pako, una vez salvado ganando a Sevilla y Barça, el equipo desenchufó en Getafe y acabó la Liga cayendo en casa con Villarreal y Real. Este curso los blanquinegros tampoco se conectaron con Cesare Prandelli después de vencer en Gijón y dar una gran imagen contra el Barça. Más tarde, las luces volvieron a apagarse en Mestalla con el Málaga, pese a venir de competir bien en el Pizjuán. La realidad es un Valencia con cuatro puntos menos que hace un año, a 14 del séptimo y a 18 del sexto. La distancia más amplia.