La temporada ha muerto para el Valencia. Los dos partidos que restan, frente al Espanyol y Villarreal, no revisten ninguna trascendencia. Pase lo que pase, probablemente todo seguirá igual después. En la Ciudad Deportiva de Paterna, sin más alicientes que la reivindicación particular que se imponen algunos jugadores y casi por necesidad, el curso ha entrado en la última curva y eso se nota. Se nota en cada detalle. En las caras de los futbolistas, de los técnicos y hasta en las de los operarios. En medio de ese panorama resalta con fuerza la figura de Mangala. Elia, como lo llaman en el vestuario del Valencia, lejos de bajar el pistón complementa todos los días los entrenamientos con una intensa sesión en el gimnasio. Nunca falla. Los futbolistas no están obligados a pasar por el gimnasio, más allá de algún plan específico que se pueda trazar desde el cuerpo técnico en un momento dado. Por allí pasan a veces Enzo Pérez, Nani, Jaume o Garay, por ejemplo, pero el francés siempre está. Un día tras otro. Un detalle que esconde detrás una profunda dedicación, una forma particular de entender su profesión. Es el valor de la disciplina. El que le hace marcar diferencias después, cuando tiene que fajarse con un delantero rival en el terreno de juego.

El francés ni siquiera sabe dónde jugará la próxima temporada pero eso no le descentra lo más mínimo. Su rutina siempre es la misma. Llega a Paterna a primera hora y normalmente desayuna allí antes de trabajar hasta que llega la hora de comer: es de los últimos en abandonar las instalaciones. Tras realizar el entrenamiento junto a sus compañeros levanta pesas para alimentar su musculatura y ser así más potente y explosivo. Después, culmina la sesión con cardio para ganar agilidad. Todo lo anterior al compás de las canciones más destacadas del momento en el reguetón, la música que suena en los altavoces del gimnasio de Paterna. Se trata de una costumbre que le lleva a veces hasta una hora y lo hace por pura convicción. Lo ha hecho siempre a lo largo de su carrera y probablemente lo hará hasta que se retire. Mangala se impone a sus contendientes gracias, en parte, a una condición física extraordinaria. SUPER ya informaba el pasado mes de septiembre de que fascinaba a sus compañeros por su gran capacidad para levantar más de 50 kilos en una barra sin apenas inmutarse.

Siqueira, de hecho, bromeaba preguntánodle si le aguantaba el cigarro mientras acompasaba el recorrido de la barra. Es un peso pesado. Una bestia. Aquella mañana la plantilla comtempló la verdadera dimensión de su potencial. Lo del cigarro, sin embargo, no era más que una caricatura. Y es que la disciplina de Mangala dura las 24 horas del día. Entrena en Paterna y trabaja en casa, donde lleva a cabo rutinas para lograr una buena recuperación, además de cuidar su dieta al milímetro. No se salta ni una. Un ejemplo de profesionalidad y constancia para todos sus compañeros.

Es propiedad del City

En el día a día hay varios signos que definen a Mangala. Uno, que lleve el pantalón que lleve, siempre lo lleva arremangado, descubriendo sus potentes cuádriceps. Otro, la gorra de béisbol que siempre lleva calada, salvo cuando juega. Le chiflan y tiene una colección casi inabarcable. El futbolista del City, por el que el Valencia tiene una opción de compra que ronda los 20 millones, cautiva a sus compañeros así como a los trabajadores del club. Su personalidad contrasta diametralmente con su capacidad de intimidación sobre el césped. Es una persona sin prisas, se identifica con el movimiento slow life: vive la vida despacio. Su adaptación ha sido perfecta y quizá sea el mejor fichaje de la temporada junto a Zaza. Amante de la discreción, habla siempre en un tono bajo y respetuoso y es muy cariñoso con los de su alrededor.respetuoso cariñoso