Marcelino García Toral es un entrenador maduro, ha mejorado en el control de su potente carácter, pero su esencia es la misma que hace 23 años, cuando empezó a entrenar en los juveniles del Lealtad de Villaviciosa, localidad asturiana que está a quince minutos de su pueblo, Careñes. Allí comenzó a aplicar el credo que ha impulsado su trayectoria. Exigente, trabajador y meticuloso al extremo, los testimonios de los futbolistas que trataron con él durante sus inicios en el Sporting advierten que su severidad se mantiene intacta. "Estaba pendiente de todos los detalles. Era un maniático del peso o la alimentación", recuerdan para Superdeporte. Marcelino siempre ha sido inflexible con los que no están a la altura de sus exigencias por falta de de profesionalidad. "Cuando se ponía el chándal, para entrenar o dirigir, él mandaba y los demás obedecían". El perfil trazado por Mario Braña para La Nueva España (diciembre de 2003) mantiene la actualidad y sirve para descubrir al Marcelino original, tenía 38 años. Al Sporting -el club donde se crió como futbolista- volvió de la mano de Eloy Olaya. El exdelantero del Valencia apostó fuerte por él cuando tomó la dirección de Mareo. Primero, como ayudante de metodología en la cantera y después como entrenador del filial. Por entonces, Marcelino ya había cosechado sus primeros éxitos en el fútbol regional asturiano.

Como futbolista, Marcelino no respondió a la expectativas. Figura juvenil, nunca llegó a explotar pese a sus condiciones técnicas. Le faltó continuidad y la intensidad física que él reclama a sus futbolistas. Después de asentarse en el primer equipo del Sporting, en 1985, y vivir una temporada de éxito, terminó diluyéndose hasta emprender un viaje que le postergó al fútbol de plata en Racing de Santander y Levante, donde vivió dos descensos consecutivos a Segunda B. Después tuvo que buscarse la vida en el Elche, donde una desafortunada lesión de rodilla le tuvo un año parado y le obligó a colgar las botas en 1994. Mucho antes, ya mostraba un interés especial por el funcionamiento de los equipos; en Elx aprovechó para sacarse el título de entrenador regional.

Regreso a casa

Dispuesto a buscarse la vida en el fútbol, volvió a Asturias y empezó a entrenar en cerca de casa, en Villaviciosa, la zona donde se crió. En el Lealtad estuvo cinco años. El primer paso lo dio con los juveniles. El segundo, a los mandos del primer equipo, en Tercera. En su debut quedó campeón batiendo el récord de puntos del grupo, fue el equipo más goleador y la cuarta mejor defensa. Metió al club maliayo en Segunda B por primera vez en su historia. Aquella promoción de ascenso todavía se recuerda en Les Caleyes. El Lealtad superó a Betanzos, Real Madrid C y Gimnástica Segoviana, adversario al que batió en la última jornada, con el ascenso en juego, pese a llegar a la recta final con un jugador menos. Pura épica: Rubén Uría -segundo entrenador de Marcelino- metió un centro al área y Joaquín remató tras una carambola que se tradujó en uno de los goles más importante de la historia del Lealtad. Algunas de las charlas de Marcelino, apelando al orgullo y a la identidad del pueblo, forman parte de la leyenda. Aunque se parcheó formando un tándem con Pocholo, el ascenso fue un problema porque Marcelino todavía no tenía el título nacional. El equipo no resistió en Segunda B y Marcelino recibió la llamada del Sporting. «Era un entrenador con muchas aptitudes, estaba muy ilusionado con el fútbol, veía cosas que no veían otros». Ese fue el diagnóstico Tocornal, defensa del Lealtad, para La Nueva España.

El entrenador del Valencia volvió a Mareo con la intención de potenciar su formación. Eloy le abrió las puertas y su progresión generó polémica. En el campo se tranformaba, le desbordaba la pasión. Tuvo todo tipo de enfrentamientos con los técnicos rivales. Marcelino se encargó de dar la vuelta al rechazó inicial de la afición con juego y resultados. "Contra todos los pronósticos, funcionó con seriedad, exigencia y hambre de victoria", recuerda Mario Braña.

Tras el salto de Pepe Acebal al primer equipo, Marcelino tomó las riendas del filial en la jornada 22, estuvo cerca de la zona de promoción con jugadores como David Villa, Rubén Suárez y Pablo Álvarez. La cosas no fueron también en su segunda temporada y el ´B´ terminó en Tercera. Pese a todo, Marcelino siguió en el cargo. Después de su intento frustrado por recuperar la categoría (aunque jugó la promoción de ascenso), llegó la sorpresa: se sentaría en el banquillo del El Molinón. Marcelino cambió la concepción del juego, implantó el 4-4-2 y construyó un equipo revolucionario por su forma de apretar y presionar; organizó el ataque y mecanizó los movimientos defensivos. Tácticamente era brillante. El primer año casí asciende a Primera, incluso estuvo líder durante nueve jornadas. Fue el segundo conjunto más goleador de la categoría.

Rezumaba atrevimiento, frescura y juventud. Ahí coincidió con Javi Fuego y aprovechó su conocimiento de las categorías inferiores. El contexto no era sencillo: los problemas económicos estaban asfixiando al club. El curso 2004/05 fue gris, pero aseguró un concurso tranquilo. "Se adaptó a los jugadores para imponer su estilo. Impuso un equilibrio entre defensa y ataque, aunque sí que es cierto que construye el fútbol desde atrás, busca que el rival no genere muchas ocasiones, pero sin descartar ir hacia adelante", recuerda uno de los futbolistas consultados por SUPER. Su carrera estaba lanzada y llegó la oportunidad de ir al Recreativo de Huelva.

Mareo y la identificación

Aquel primer Marcelino se mezclaba con la plantilla para charlar, organizaba cenas, casi siempre a costa de las multas que el mismo imponía para quien no cumplía con el reglamento. Algunas de sus manías, como la puntualidad o el peso, tienen vida hoy. "El futbolista que se pasaba en la báscula en vísperas de un partido, a pagar", así quedó retratado en La Nueva España. El futbol es su vida. Macelino hacía jornadas de nueve de la mañana a nueve de la noche, analizaba vídeos de rivales, de jugadores y se preocupaba de la cantera, un discurso que mantiene activo. Mareo está en su ADN. "Ahora hay menos arraigo en el fútbol, pero yo creo que si un equipo se abastece de muchos jugadores que han crecido en el club se genera una identidad, un algo interior, una identificación con el sentimiento que ayudan a sacar el máximo. Los equipos con jugadores identificados plenamente tienen logros deportivos altos". Palabra de Marcelino. Aquel entrenador es el que ha fichado el Valencia.