El Derbi demostró de que pasta está hecho Carlos Soler. Con 20 años y treinta partidos en el primer equipo, tiene que soportar buena parte del peso del Valencia. Esa responsabilidad ha desconfigurado a futbolistas de toda clase... pero no a él. Pudo liquidar el partido y no acertó. En ese contexto, en el que la mayoría se hubiera diluido, Carlos Soler respondió exhibiendo personalidad. El centrocampista se ofreció siempre, siguió trabajando y fue protagonista en algunas de las mejores acciones del equipo de Marcelino durante la segunda mitad.

Soler terminó el partido como uno de los jugadores con más regates completados -dos- del Valencia (fue quien más lo intentó en el uno contra uno, después de Parejo), el que más remató y el que más balones recuperó, con diez. Esa fue la respuesta que ofreció. Intensidad. Soler se creció en la adversidad y lejos de cortarse, apareció siempre con la intención de ganar el Derbi.

Despliegue a todo campo, desde la banda y cuatro remates a gol.

La confianza de Marcelino

El míster asturiano tiene dudas cero respecto a su trascendencia dentro del engranaje del equipo. Su papel como pieza de engarce es fundamental porque aporta llegada, desborde, creación-asociación, trabajo y velocidad. Desde la banda sigue siendo un futbolista con gran influencia y está destinado a crecer. Es una fase más dentro de su proceso de maduración. Su viaje tiene retorno. En la Sub-21 jugó a gran nivel en la derecha (golazo incluido), aunque para hacer el fuera-dentro está más suelto en la izquierda. Soler ha reciclado las críticas desde la humildad y las ganas de seguir mejorando. Los números dicen que su despliegue fue notable. La mirada ya está puesta en el Málaga.