El pasado martes Santi Mina volvió a disfrutar jugando a fútbol después de mucho tiempo. El delantero gallego ha vivido los últimos meses marcado, de algún modo, por la frustración. Pese a que hubo tramos de la temporada en los que fue el futbolista más en forma del equipo, como ocurrió en un mes de noviembre en el que anotó ante el Espanyol, Las Palmas y el Villarreal, al final de curso las cosas no le salían como pretendía y un sector de la crítica, con verano movido de por medio, lo situó justo en el centro de la diana, al punto que fue recibido con pitos en Mestalla cuando saltó al césped en la primera jornada de Liga ante Las Palmas.

Se especuló incluso con que no contaba para Marcelino, una versión diametralmente opuesta a la realidad: el técnico lo ha considerado siempre un activo a exprimir. El ´22´ lo ha pasado mal aunque cuando le pregunten públicamente, como sucedió en el flash interview posterior al partido del martes, rehuya la cuestión.

Frente a los canarios disputó la última media hora y estrelló un cabezazo contra el poste. Aprovechó cada minuto. El ruido, lejos de descarrilarlo, no hizo más que espolear sus ganas de convencer. El gallego desde un tiempo a esta parte se ha aislado de todo para concentrarse en alcanzar su mejor versión, tiene los cinco sentidos puestos en el césped y ha adoptado como credo el método Marcelino con todos sus sacrificios. "Trabajo cada día como si no hubiera mañana", decía tras anotar su gol ante el Málaga, el número 15 con la camiseta del Valencia.

Lo lograba en una noche en la que fue decisivo abriendo la lata de una goleada explosiva con un cabezazo sensacional al fondo de la portería de Roberto tras exhibir sus cualidades como llegador y en la que cuajaría una comparecencia rotunda. Su contribución fue mucho más allá de la intensidad, un aspecto que considera "innegociable". Además de lograr un cien por cien de efectividad -protagonizó un disparo y fue adentro-, algo reseñable, el atacante derrochó trabajo para el equipo.

En el momento del pitido final nadie en Mestalla dudaba que Mina había comenzado a reconquistar el corazón de una hinchada a la que ya ha levantado de sus asientos con noches de alto volvaje como en las que fulminó al Rapid de Viena o al Barcelona.

Sus estadísticas eran realmente positivas. Bloqueó tres pases del equipo rival y dos de ellos desencadenaron sendas ocasiones de peligro del Valencia. Una acabó en una falta sobre Guedes al borde del área. La otra dio lugar al tercer gol de Zaza, que quedaba mano a mano con el portero del Málaga. Además, realizó cinco recuperaciones, tres entradas, ganó tres duelos aéros y su índice de participación en el partido fue muy alto, con 40 pases, solo por detrás de Parejo, Kondogbia y la defensa. Santi estuvo metido del minuto 1 al 90.

Por encima de cualquier cosa

El gallego celebró su tanto de una manera muy especial. Su coreografía, que la tomó prestada de Lebron James, alero de Cleveland Cavaliers, tiene mensaje. Aplasta las críticas, doble palmada en el pecho y saludo militar. El alero de Akron la hizo por primera vez después de una canasta decisiva en la época en la que estaba más cuestionado en Miami y Usain Bolt también la adoptó para silenciar a sus más críticos antes de una carrera. Los Heat se enfrentaban a los Celtics en el mítico TD Garden en busca de la mejor racha de victorias de la historia de la NBA.

Y ahí, tras una canasta que les daba la victoria, James desató su coreografía. Mina, amante de la NBA y del videojuego 2K18, se identifica con la determinación, compromiso, liderazgo y carácter ganador de LeBron, un deportista top que se ha hecho a sí mismo y que ha pasado siempre por encima de cualquier circunstancia. Su objetivo es recuperar su versión más decisiva. Vuelve a disfrutar y presentará batalla. El gol va para su madre, Rita, su hermano, Pedro, y su papá, Santiago. También para Jaume... Los que nunca fallan.