El Valencia de Marcelino García Toral podría definirse perfectamente con ese refrán que dice que «el que no corre, vuela». En reiteradas ocasiones el entrenador asturiano recuerda que el suyo es un equipo «en construcción». Sin embargo, el cuerpo técnico lleva a cabo dicha construcción desde la virtud de la sencillez. Mientras hay quienes prefieren recrearse en la ornamentación de la jugada, este renacido Valencia CF tiene suficiente con unos pocos toques de balón para abrirle una brecha al rival. La última acción en la retina del aficionado es el ejemplo ideal. Desde el envío al espacio de Gabriel para el sprint de Guedes, al remate de Zaza, sólo seis contactos con la pelota bastaron para cerrar la primera victoria a domicilio en el siempre temible estadio de Anoeta (2-3).

La sintonía entre cuerpo técnico y futbolistas se evidencia en cada una de las seis jornadas disputadas hasta la fecha. Los blanquinegros están haciendo de la claridad de ideas y la rapidez de ejecución sus armas para explotar las debilidades del oponente. A su vez, para convivir en la parte más alta de la clasificación. El discurso táctico de Marcelino -amante de una presión avanzada y ataques en vertical- está calando en un grupo tan comprometido y dispuesto a escuchar las indicaciones sobre la pizarra como preparado físicamente para soportar la exigencia de un estilo que obliga al jugador a exprimirse en carreras de metros... y metros.

El entrenador asturiano quedó disgustado con la capacidad ofensiva del equipo en el empate sin goles frente al Atlético de la jornada 3. El Valencia no logró disparar a palos ante el rival más duro que ha tenido enfrente. En los siguientes tres partidos el equipo respondió a la llamada del técnico con un empate en el Derbi, donde faltó acierto, y dos victorias consecutivas en las que los delanteros han reivindicado su importancia y la efectividad rematadora ha ido en ascenso. Poco a poco, el Valencia pule su manera de atacar de la mano de hombres capitales en los planes ofensivos de Marcelino: Dani Parejo, Carlos Soler, Rodrigo Moreno y Guedes.

El capitán valencianista -tras Éver Banega, el futbolista con más incidencia y participación en el juego de su equipo- es el primer lanzador del ataque, el organizador que descongestiona con uno o dos toques hacia los carriles o la mediapunta buscando oxígeno. Precisamente, desde los costados aparece Soler y su talento para colocar el balón desde la zona de tres cuartos a la espalda de la defensa rival. Incluso, para llegar a gol como hizo en el Bernabéu rubricando un golpe rápido, seco y letal al Real Madrid. Kondogbia cambió el juego en largo, Gayà aguantó hasta premiar con sutileza la incorporación de Lato, que sobrepasó a Carvajal como un rayo y sirvió el gol 1-1 a Soler. Por otro lado, la versatilidad de Rodrigo Moreno -al que Marcelino quiso mantener en la plantilla a toda costa- y Gonçalo Guedes permite que uno y otro sean capaces tanto de atacar el pase definitivo como de ofrecerse en el ´enganche´, girar, encarar, abrir a un lateral o, incluso, asistir al área. La potencia y velocidad de ambos delanteros, atletas con un excelente dominio del esférico, es la clave fundamental por la que el Valencia hace tanto daño a la carrera.

En cinco de sus seis partidos el equipo blanquinegro ha acaparado menos posesión de balón que el contrincante de turno. No se trata de una concesión, sino de una trampa táctica fomentada en defender mediante el sacrificio colectivo y una presión medio-alta y un ataque sin ornamentos, pero sí estudiado, mecanizado, a máxima velocidad en el que todas las piezas cuentan. Hasta los centrales. Si Gabriel inició la acción del tercer tanto a la Real, un servicio en largo de Murillo a Rodrigo fabricó el 0-1 al Levante y una pared entre Vezo y Parejo fue el primer ingrediente del 1-2 al Real Madrid.

Los blanquinegros superan en la tabla a 12 equipos con mayor porcentaje de posesión. No obstante, Marcelino quiere más y las metas de mejora en ataque ya están fijadas: la transición con el rival replegado y la estrategia. A este letal Valencia le costó más perforar a la Real en inferioridad durante cinco minutos que en igualdad numérica. He ahí un ejemplo significativo.