Nacho Vidal hizo un gesto con los dedos cuando marcó el gol en AnoetaAnoeta. Se llevó los dedos índices a su cabeza y miró a las cámaras de televisión con una sonrisa de oreja a oreja. Buscaba en el otro lado de la tele a su novia. Estaba en València. Para ella iba dirigido ese guiño en la celebración. Eran dos orejas. Las de un conejito que tienen como mascota.

El del Campello ha superado muchos obstáculos en su carrera deportiva para llegar a vivir noches como la del domingo en San Sebastián. Y lo ha hecho con la ayuda de su familia, sus amigos y, sobre todo, su novia. Para ella fueron las «orejitas» de su primer gol en Primera División. Se lo había prometido. Nacho marcó con el corazón. Era el triunfo del esfuerzo de tantos años.

Nacho era la viva imagen de la felicidad al final del partido. La sonrisa para la fotografía de SUPER le delata. Su móvil echaba humo con felicitaciones. El mismo con el que había visto su golazo de vaselina a Rulli nada más entrar al vestuario. ¡No podía contenerse! A su salida del Anoeta se fundió en un fuerte abrazo con su agente Javier Cordón. Se subió el último al autobús. Nacho paladeaba hasta el final el sabor de una noche inolvidable para él. Marcelino le había dado señales desde el miércoles en los entrenamientos, intuía que jugaba de titular, pero no tuvo la confirmación hasta la misma tarde del partido. Todo eran emociones para él. También para sus familiares. Su hermano desde Barcelona y sus padres desde un Campello en el que el valencianismo empieza a ganar terreno a los madridistas y los culés.

Ya en su casa a penas pudo dormir. No concilió el sueño hasta bien entrada la madrugada. Le dio vueltas a las jugadas del partido, pero también a todos aquellos momentos buenos y malos por los que pasó en su periodo de formación antes de estrenarse como goleador en la Liga.

Nacho tuvo que pelear contra las lesiones demasiado tiempo. La mayoría musculares. La más grave, una fractura en el quinto metatarsiano que le obligó a pasar por quirófano en su etapa juvenil. Aquella batalla la ganó. También luchó contra las suplencias. Durante dos años en el filial estuvo sin minutos a la sombra de Akapo y Leuko. Hasta tuvo que enfrentarse a un cambio de posición siendo juvenil de primer año. José Giménez lo fichó como central a sus 14 años procedente del Hércules. Y fue Fernando García, entonces técnico del Juvenil B, quien lo recicló a lateral.

Nacho siempre vivió a la sobra de otros canteranos de su generación como Gayà, Nacho Gil, Cano, Tropi o Tendillo. Fue la confianza de Curro la temporada pasada la que le permitió recuperar el nivel que le llevó a las categorías inferiores de la selección española. Fue internacional hasta la Sub´18 conquistando la Copa Atlántico en 2013 junto al propio Gayà.

Desde el año pasado no ha parado de crecer con sacrificio, honradez y compromiso. Fue el canterano más regular del filial en su rol de tercer capitán. Batió récords de fiabilidad (solo se perdió un partido por sanción y otro por rotaciones con el ´play-off´ asegurado) y marcó cuatro goles. Muchos de ellos en eslalons parecidos al de Anoeta.

Marcó, por ejemplo, en el primer partido del Mestalla que vio el cuerpo técnico de Marcelino ante el Celta B. Su temporada tuvo doble premio: la renovación hasta 2020 y su ficha de primer equipo después de un verano difícil por la incertidumbre de su futuro. Contra eso también luchó y ganó. Ni siquiera una fractura nasal le privó de debutar con máscara incluida contra Las Palmas.

En el Bernabéu creció y en Anoeta explotó. Asume su rol de suplente de Montoya, pero le demuestra día a día a Marcelino que está preparado. A lo Lato. Nacho espera su siguiente oportunidad. Con «orejitas» o no es un valor seguro.