Ocho jornadas invicto, cuatro victorias consecutivas y segundo clasificado de LaLiga. Al excelente momento de forma del equipo, se une una enfermería vacía a excepción del canterano Javi Jiménez. A tres días del encuentro ante el Sevilla (Mestalla, sábado, 18:30), el Valencia CF habita el mejor contexto que se recuerda durante los últimos dos años y medio. Marcelino García Toral está construyendo un bloque fiable, competitivo, ganador. Sin embargo, el entrenador asturiano se desvive día a día en busca de la perfección. Hay un aspecto que le preocupa más de lo debido: la cantidad de goles encajados justo desde el mismo momento en el que el Valencia se ha desmelenado en ataque.

Los blanquinegros han encajado diez goles en ocho jornadas. Una cantidad excesiva en los planes del técnico, agravada desde el Derbi contra el Levante en Orriols. Las facilidades ofrecidas en los balones al área colgados por los rivales habían propiciado antes de la visita al Benito Villamarín que el Valencia encajara de esa manera cinco goles frente a Levante, Real Sociedad y Athletic. Incluso, en la goleada al Málaga dos intervenciones salvadoras de Neto evitaron el susto antes de irse al descanso. Sin ir más lejos, a finales de la semana pasada Marcelino ya regaló una sesión de vídeo a los futbolistas para tratar los despistes que ayudaron a los ´leones´ a volver al partido, a pesar del 2-0 a favor con el que los valencianistas acabaron la primera mitad.

Como consecuencia, la respuesta del equipo fue excelente a lo largo de 75 minutos en el Betis-Valencia. Los verdiblancos estaban totalmente sometidos y sin apenas ocasiones claras de gol, más allá del penalti fallado por Sergio León. Pero lo cómodo del resultado (0-4) conllevó un exceso de relajación que coincidió con la entrada al campo de Gabriel Paulista en lugar de Murillo. Un error en la entrega y en las posiciones deparó el primer gol bético (1-4), obra de Campbell. Los locales se envalentonaron y un balón a Sanabria, en el que Nacho Vidal se quedó enganchado rompiendo el fuera de juego, trajo el 2-4 sólo unos segundos después. Tello tardó cuatro minutos más en colocar en las redes el 3-4. Marcelino, enfadado, no daba crédito y se desgañitaba ya desde los tantos anteriores reclamando orden y concentración.

El Valencia regresó al partido para cerrarlo con dos goles más, pero Marcelino tomó buena nota de unos errores que no quiere volver a ver. El preparador asturiano centró ayer sus energías en la corrección de esas situaciones que pusieron, en apenas cinco minutos, en riesgo los tres puntos. El cuerpo técnico y los futbolistas han hablado antes y después del partido ante el Betis y en la cabeza de todos ya está la de erradicar pájaras como las vividas contra Athletic y Betis. «Siempre hay que mejorar», es una de las frases que Marcelino ha traslado al grupo en las últimas horas. El Valencia se halla en un estado de forma dulce, pero todos son conscientes de que no hay inmunidad posible y ese tipo de despistes costarán puntos si no se corta con ellos.

La defensa es un factor determinante para Marcelino. En una entrevista en SUPER a su llegada dejó claro que dejar a la mitad la cantidad de goles encajados el curso pasado (65). «Tenemos que bajar los números casi al cincuenta por ciento a nivel defensivo en goles encajados». Fue la confesión del técnico, una de las claves en las que debe asentarse el éxito de este Valencia. Por ello, sesiones como la de ayer en las que el míster se involucra hasta el punto de colocar a los futbolistas e ir orientando las posiciones defensivas y las basculaciones -aspecto en el que se erró en el Villamarín- son fundamentales en su libro de estilo. En definitiva, cerrar espacios. Marcelino dividió al grupo en dos equipos. En el primero estuvo un buen número de titulares contra el Betis, entre ellos, la zaga titular -Nacho Vidal, Murillo, Garay y Gayà- junto a Dani Parejo, encargado de dar salida al juego evitando riesgos.

El técnico pidió a los jugadores concentración para las vigilancias defensivas. Por supuesto, intensidad a la hora de presionar al rival es otra de las exigencias de Marcelino al equipo. El entrenamiento siguió con acciones ofensivas y un partido modificado en el que los jugadores pusieron la máxima atención para llevar a cabo las correcciones del míster, todo con tal de evitar «sustos» como los del domingo.