0-2 y para casa. Así de fácil lo hace este Valencia CF de Marcelino capaz de ganar y dejar la portería a cero en su peor presencia de la temporada. El equipo saca los partidos hasta en su versión menos fiable. En Cornellà lo consiguió a base de sufrimiento, un poquito de suerte con los palos, un mucho de Neto y, por supuesto, una pegada de campeón. Porque el Valencia venció como los grandes. Sobrevivió a los golpes del Espanyol como pudo sin caer a la lona y tumbó a los de Quique a la primera con el zurdazo de Kondogbia. «Esta es la afición de un Valencia campeón», cantaban más de medio millar de valencianistas desde lo alto del estadio. Como para no creérselo. Este triunfo definitivamente dispara la euforia. Sobran los motivos. 30 de 36 puntos, octava victoria consecutiva para la historia y la sensación de que aún jugando mal el equipo gana. El Valencia es el único equipo de La Liga capaz de aguantar el ritmo del Barça y el domingo lo tendrá delante en Mestalla con la moral por las nubes. Que se preparen los de Valverde y tomen nota Real Madrid y Atlético.

Por salir bien al final salieron bien hasta las rotaciones. Carlos Soler, Guedes y Guedes Zaza descansaron y el domingo morderán. Como Mestalla. Será el partido de la Liga. Eso sí, el 0-2 no debe ocultar los problemas por los que pasó el equipo. Marcelino seguro que ha tomado nota. Porque el Valencia llegó vivo al descanso de milagro. El empate a cero era un espejismo. Solo Neto y los palos evitaron el desastre. Fue sin lugar a dudas la peor primera parte de la temporada. El punto en ese momento no solo era bueno, era un regalo caído del cielo.

Porque el Valencia lo hizo todo mal. Empezando por la alineación. Marcelino midió mal dejando en el banquillo a tres titulares de una tacada. El Valencia sin Carlos Soler, Guedes y Zaza es menos Valencia. Si sumamos que los centrales tuvieron muchos problemas sacando el balón y que el doble pivote Kondogbia-Parejo estaba lento y pesado de pies y de cabeza, como si hubieran corrido el Maratón, el resultado era un Valencia frágil que deambuló durante algunos minutos por Cornellà sin identidad y a merced completamente del rival.

No funcionaba nada. Andreas pasó con más pena que gloria por la derecha. Tampoco era el día del doble lateral izquierdo Lato-Gayà como sí lo fue en el Bernabéu. No son jugadores de romper en estático, necesitan recorrido y muchos espacios y el Espanyol de Quique es especialista en dejar muy pocos. Aún así las dos o tres únicas llegadas peligrosas llegaron por ese costado. Por dentro a Rodrigo Moreno y Santi Minano les salía nada. Se tomaron malas decisiones en varias contras que no llegaron al área de Pau López. Se elegía mal, se perdían balones y, lo más grave, se competía con una marcha menos. Como si el partido importante fuera el del Barça y no el del Espanyol. Gerard y Darder enviaron el balón a los palos. El resto de ocasiones se marcharon fuera o murieron en manos de Neto. El brasileño era el mejor de largo.

Marcelino no hizo cambios en el descanso. Tampoco cambió el partido, claro. El Espanyol proponía a su manera y el Valencia las veía venir. La sensación de inseguridad crecía. Lato y Montoya tenían que multiplicarse y frenar a los extremos del Espanyol a base de amarillas. Neto seguía a lo suyo y Marcelino ponía a calentar a Soler, Guedes y Zaza. El Valencia solo podía ir a más, era imposible ir a menos. Guedes era el primero en entrar en un intento a la desesperada de encontrar un revulsivo, pero poco después caía lesionado Murillo empeñando uno de los dos cambios que le quedaban a Marcelino para cambiar el panorama.

Con el técnico expulsado y en pleno ataque de nervios llegó el gol quizá cuando el Valencia menos lo merecía. Gayà puso el centro, el rechace cayó para Kondogbia y el francés acomodó su pierna izquierda para ponerla con potencia y calidad fuera del alcance de Pau. Golazo, ventaja y alivio. El Valencia se quitaba de encima el peso de haber hecho su peor partido del año de largo mientras el Espanyol, con un desgaste enorme, quedaba tocado y hundido. Había que aguantar y fue entonces el turno de Soler para recuperar consistencia al centro del campo y sacarse de la manga un buen centro que, con ayuda de Víctor Sánchez, acabó en gol de Santi Mina. Cornellà se vaciaba y el valencianismo se muere de ganas por recibir al Barça.