La confianza de Marcelino, el cambio de camiseta, el magnetismo de Mestalla, el trabajo ‘sucio’ de Simone Zaza, la química con Andreas, la estructura sólida del Valencia, la fragilidad defensiva de Las Palmas… Por todo esto y porque los caprichos del fútbol son inescrutables, el martes apareció un Luciano Vietto espléndido, sorprendente, reciclado. Fue distinto al atacante desacertado y desconectado de las tres últimas temporadas, semejante al jugador que deslumbró en Villarreal; ilusionante de nuevo, como aquel Vietto en versión Racing 2013, cuando Europa entera tenía su nombre anotado en la agenda.

Medio siglo parece haber pasado desde entonces y todavía tiene 24 años. Después de no funcionar en Sevilla y tras más de un año sin marcar, el argentino se liberó a lo grande. El delantero tampoco resolvió el ‘Expediente X’: "Parece raro, lo cuentas y es difícil de entender. Ojalá que siga con la racha y con la confianza". El hat-trick copero es un refuerzo triplehat-trick: para el futbolista, para el entrenador -que ha apostado por él- y para el equipo, que necesitaba un atacante de su idiosincrasia. Imposible arrancar mejor. Los tres goles impulsan y rectifican su camino frente a las dudas que genera su trayectoria. Invocar a David Villa en cada partido es imposible, pero un Vietto enchufado es mucho.

Continuidad y mentalidad

Mantener el nivel, seguir con la racha... El gran reto de Luciano Vietto es la continuidad. Cuestión que también le faltó en sus tres últimos meses en Villarreal, donde perdió el ritmo por un serial de problemas físicos. Vestido de amarillo, en su primera temporada en Europa, fue de menos a más y de más a menos. Pese a todo, dejó pinceladas de delantero importante. Los dos primeros goles ante Las Palmas detallan su personalidad a la perfección. Todo muy Villarreal. En el primero, tocando a banda y siguiendo la jugada hasta la zona -libre- adecuada, listo para cazar el rechace tras el remate de Zaza. Puntual e instintivo. En el segundo, con un movimiento preciso a la espalda de la defensa (en el espacio entre el central y el lateral); gran pase de Andreas, control y definición de calidad. Quirúrgico. Ese es Vietto, como vaticinó Marcelino.

La cara de felicidad y libertad tras la primera celebración anunció el cambio, la piña con sus compañeros, los gestos de complicidad, los puños cerrados de Marcelino, la grada coreando su nombre y adoptándolo como propio en su segundo partido... Eso no le sucedió en el Calderón y tampoco en el Metropolitano. El tercer gol fue un escape de seguridad. Una genialidad. Nunca había firmado un tanto desde más de 40 metros. "Yo soy ese jugador, ojalá pueda recuperar ese nivel, tengo mucho para dar, más de lo que se vio en Villarreal, soy joven tengo cosas que corregir y mejorar; voy a dar el máximo". La declaración de intenciones es muy potente por hambre, compromiso y mentalidad. Tres condiciones que necesitará fortalecer para triunfar.

El último intento de rehabilitación en Sevilla fue un fiasco... no llegó a Navidad. Terminó absolutamente desenchufado, aunque dejó 10 goles. Tampoco le ayudó el sistema de Sampaoli, donde debía trabajar como único punta. En el Atlético tuvo a Simeone de su parte, pero la suerte le dio la espalda. Cada mano a mano era una tortura y no pudo con la competencia de Griezmann, Gameiro o Correa.

El modelo del Valencia actual encaja con sus cualidades a la perfección. Por su estilo e idiosincrasia es el tipo de nueve que gusta en Mestalla, conectado puede ser ídolo y Marcelino sabe manejarlo. En Villarreal arrancó como revulsivo y terminó como máximo goleador (20 dianas) por delante de Gerard Moreno (dieciséis), Ikechukwu Uche (ocho) o Giovani. Vietto agradece jugar con otro delantero; el despliegue de Zaza o Rodrigo puede ayudar a lanzarle. Es complementario a todo lo que hay, más refinado, menos agresivo.

El argentino aclara la jugada, apoya y además aparece en el área para terminar. Vietto es un maestro haciendo a los defensas perder la referencia. Eso es clave. Punta de buenos movimientos entre centrales e interesantes desmarques de ruptura; ataca los espacios a la espalda de la zaga rival y llega instintivamente a posiciones de remate en la zona del 9 clásico (con otros atributos físicos). La rapidez en la ejecución fue siempre su gran virtud. No tiene el juego aéreo, la potencia o la velocidad de Guedes o Rodrigo, pero tiene la inteligencia y la aceleración justa para brillar dentro del ataque rápido de Marcelino porque llega en el momento justo y aparece en la zona adecuada. Toque, desmarque y definición. Su fútbol se basa en infiltrarse, tomar la mejor posición y definir, esa es la parte que si recupera le puede devolver entre los mejores nueves de LaLiga.