La vida en Centroamérica no es nada fácil. Países como El Salvador o Nicaragua superan en miseria a una Colombia de la que se piensa que tiene el mayor índice de criminalidad del mundo, aunque no sea así con los datos en la mano. En El Salvador, concretamente en las calles de la zona conocida como ‘el pulgarcito’, la peligrosidad campea a sus anchas por el estado de caos en que sumió al país una guerra civil que se alargó desde 1980 hasta 1992 y que fueron agravados por huracanes como el Mitch en 1998 y el Stan en el año 2005, terremotos que se cebaron especialmente con San Salvador. Estas circunstancias han provocado un alto índice de inmigración puesto que más de la mitad de los habitantes de este país residen actualmente en Estados Unidos, la mayoría de forma ilegal y bajo la amenaza permanente de las políticas del actual gobierno norteamericano.

Fue en el año 2004 cuando Manel Costa, en visita a las asociaciones de exbecarios de Bancaja en la zona que estaban colaborando con distintos colegios para paliar muchas de sus necesidades, nos expresó las carencias que había detectado y eso nos puso en marcha. Su fundación ayuda a financiar los estudios universitarios a jóvenes de zonas rurales de El Salvador que no tendrían en otras circunstancias acceso a una educación superior con el compromiso por parte de estos de invertir lo que van aprendiendo para mejorar la situación y las condiciones de sus respectivas comunidades. Pero, entre teoría y teoría, cabe el deporte y el valencianismo más solidario. En concreto, casi un centenar de equipaciones completas fueron remitidas a la Residencia Universitaria Jóvenes Solidarios de Ayutuxtepeque de El Salvador, el Instituto Weyer de Condega en Nicaragua, el Instituto Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad Sandino de Nicaragua y el equipo deportivo del barrio Edgard Lang de Managua.

La residencia de El Salvador comenzó con tres miembros y ahora ya son más de cincuenta los jóvenes que acoge. Hay que decir que todas las zonas donde interviene la Penya Valencianista per la Solidaritat destacan por su extrema pobreza y por la convicción de que el deporte, en la gran mayoría de los casos y sin diferencia de género, facilita que los jóvenes se abstraigan de la realidad dura que les rodea. Al mismo tiempo, se sorprenden cuando se les habla de la seguridad que uno tiene cuando puede transitar por las calles de Valencia sin las precauciones que en otros lugares se deben tener y eso nos lleva a pensar que queda mucho trabajo por hacer.

Así, como consecuencia natural de la entrega de nuestras equipaciones, los estudiantes no dudaron en formar un equipo en 2007 y enrolarse en un torneo en el que sintieron que el color naranja daba unas fuerzas especiales. El objetivo era el título y lo lograron con nuestros colores. Y no en un lugar cualquiera, sino en la histórica Universidad Centroamericana, lugar de triste recuerdo pues en 1989 se vivió la famosa matanza de seis jesuitas entre los cuales estaba el español Ignacio Ellacuría.

Los chicos y chicas de la residencia tienen sus vidas marcadas por las tragedias que les ha regalado la propia historia del país. Es obvio decir que muchos de sus amigos y conocidos fallecieron en aquellos doce años de cruenta guerra civil y muchos más se vieron obligados a exiliarse o disgregarse por la pobreza y la miseria ya que muchos de ellos carecen de luz y de agua en sus casas. Pero también es cierto que el deporte le redime del dolor y es una liberación aquello que para muchos otros simplemente es una diversión. El que los hitos del Valencia sean el pasaporte hacia un mundo mejor nos hace a todos los que compartimos este proyecto mucho más felices con la convicción de que estos colores siguen salvando vidas. En eso empeñamos nuestro esfuerzo y nuestro talento.

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