No es un eslogan para vender el partido. El Sevilla se juega sus opciones de mantener su condición de equipo Champions ante el Valencia CF, adversario directo a todos los niveles. Al equipo de Marcelino le vale el empate para mantener la diferencia de ocho puntos, la victoria supondría la sentencia y la derrota tampoco sería un drama, aunque abriría la carrera y -sobre todo- reforzaría el paso del equipo de Vincenzo Montella. El entrenador italiano tiene un escenario complicado. Mañana juega uno de los encuentros más importantes de LaLiga y el martes debe buscar la machada en Old Trafford. Las posibilidades de guardar energías son limitadas, está en el foco y hay una carga importante de presión. Los dos choques son tremendos y rompen conectados, aunque la cita ante el Manchester United sea absolutamente especial. El contexto beneficia al Valencia: el doble foco, la necesidad, la gestión de esfuerzos… El bloque de Marcelino debe imponer su momento superior, por confianza, por seguridad, por idea de juego y por capacidad competitiva.

Óscar Arias ha confesado durante la semana que destituir a Eduardo Berizzo fue una decisión tremenda, por el profesional y por la persona. Había una realidad, el Sevilla no cuajaba y se manejaba en un estado de involución peligroso. El equipo era poco claro en su idea, inconsistente en su estructura, blando e irregular. Por eso llegó Vincenzo Montella. La apuesta por el italiano, novato en LaLiga, ha estabilizado el paso con soluciones sencillas: precauciones defensivas, dibujo práctico, energía en la presión, ataque rápido. Existe una sensación de mejora… tímida. El Sevilla cuenta con una muy buena plantilla, tiene futbolistas de calidad, con dos o tres alternativas por puesto y eso es suficiente para garantizar unos mínimos. Eso le ha servido para conquistar la final de la Copa del Rey -eliminando con mucho mérito al Atlético y liquidando con superioridad al Leganés- o competir ante el Manchester United. Sin embargo, se ha descosido de forma preocupante ante Eibar y Atlético (5-1 y 2-5), también ante el Betis en el Pizjuán, con Montella recién aterrizado. Entre guerras, ha cumplido. Sin brillo, priorizando el cinismo en las áreas, con cuatro porterías a cero en las cinco victorias ligueras.

Funciones sencillas, once claro

El discurso de Montella se ha manejado con palabras clave muy básicas: afición, orgullo, rabia, intensidad… Su gran mérito es haber ofrecido soluciones prácticas en un momento realmente complejo, por el tono del equipo y el impacto del cese de Berizzo, en pleno tratamiento. El equipo está menos estresado, todo es más fácil de entender; ha cambiado el 4-1-4-1 por un 4-4-2 (que puede ser un 4-2-3-1) con funciones claras: dos líneas de cuatro con la idea de reducir espacios, dos hombres por banda, dos futbolistas cerca de la base con cualidades complementarias, velocidad por fuera, un enlace (Franco Vázquez) y un punta con llegada (Muriel). Sale mejor por dentro, con el circuito Lenglet, N’Zonzi, Banega, Franco Vázquez renovado, y vuela por fuera aprovechando la velocidad al espacio de Correa, Sarabia más los laterales (Escudero, Navas). Eibar y Atlético han demostrado cómo hacerle daño: presión agresiva y continua, ritmo alto y despliegue rápido para partir su estructura en las transiciones. Controlar a Franco Vázquez, taponar a Sarabia y eliminar a Banega -fundamental- aumenta las opciones de éxito.

A Montella hay que reconocerle su intervención. Los números no son una locura, pero ha tomado decisiones y ha mejorado el paso de varios futbolistas. Sí hay diferencias. Para empezar, el once titular está absolutamente claro, hay una continuidad y sobre esa base presenta alternativas. En la etapa de Berizzo, las rotaciones y los cambios de partido a partido eran impactantes por número, desconcertantes para un equipo necesitado de certezas. Buscaba energía y encontraba dudas. En plena crisis, ha confiado en Sergio Rico, pitado y discutido. Los problemas en el eje de la zaga los ha resuelto con Mercado y en el lateral derecho ha lanzado definitivamente a Jesús Navas, otra de sus apuestas. La progresión del Sevilla no se entiende sin la recuperación de dos figuras esenciales: N’Zonzi -equilibrador necesario junto a Banega- y Franco Vázquez, al que ha acercado al área para recuperar la versión del jugador que marcaba la diferencia en el Palermo. El italo-argentino juega como segundo delantero y no como tercer centrocampista, el matiz es clave. Trabaja para Muriel, como lo hacía para Dybala. Montella busca correr y llegar, ese contexto ha potenciado al delantero colombiano, beneficiado por la cercanía del Mudo y la posibilidad de desplegar sus movimientos. No hay revolución, pero sí una mejora.