La realidad es que el Valencia es el equipo más en forma del campeonato -cinco victorias, un empate en los seis últimos encuentros- y esa es la dinámica que hay que sostener y explotar. Más todavía ante un adversario tocado, con dudas, con problemas para crear y un ciclo que se da por agotado. El hambre del Valencia tiene que marcar la diferencia, también el talento.

Marcelino respeta a Quique y recuerda las dificultades que tuvieron que superar en la primera vuelta. El Espanyol ha fijado ese encuentro como referencia para competir. Hay un plan que pasa por atascar el ataque, cerrar las bandas y desesperar a los blanquinegros para cazar un error, Gerard Moreno, Baptistao y Sergio García son especialistas en el tema. El Valencia ha perdido el factor sorpresa, hace tiempo que los rivales dan tratamiento de equipo grande al bloque de Marcelino y ofrecen un plus de intensidad (física y mental), también los entrenadores ajustan su partitura y su estructura para contrarrestar a los valencianistas, como Asier Garitano hizo en Leganés (con defensa de cinco), cero espacios, menos posibilidades de ataque rápido, más obstáculos. «Al principio de la temporada llegábamos fluido y éramos más precisos en la finalización. Ahora somos un equipo más equilibrado», refuerza Marcelino. El carácter de los valencianistas es claro y el equipo tiene blindada su fuerza. Cero dudas. Quique tiene claro el guión y la capacidad de unos jugadores que en su mejor versión han sido capaces de ganar a Atlético, Real Madrid y al Barça. El Valencia no puede cometer el error de relajarse o pecar de exceso de confianza. El podio de LaLiga está a tiro.