Carlos Soler cerrará la temporada 17/18 con broche de oro. La llamada de Lopetegui para participar en la fase de preparación del Mundial que llevará a cabo la selección española en Las Rozas a partir del lunes es mucho más que un reconocimiento, tras ella se esconde una apuesta a medio plazo. En la RFEF lo tienen claro. A sus 21 años, el valencianista es carne de Absoluta. Será un momento para disfrutar. Cubrirá la ausencia de los jugadores del Madrid por la disputa de la final de Champions, tendrá la posibilidad de debutar contra Suiza y después, salvo giro inesperado, comenzará las vacaciones.

A lo largo de la temporada el jugador apenas ha podido desconectar, ni siquiera quiso salirse de la dinámica durante los cincuenta días que estuvo lesionado. Solo lo justo y necesario para no perder la concentración. Soler reseteará la cabeza tras un año de máxima exigencia para regresar con fuerzas a la pretemporada. Su cuerpo y su mente lo agradecerán. Sabe que será entonces el momento de meditar una decisión importante; una disyuntiva que se le presenta a corto plazo: cambiar el dorsal el próximo curso o quedarse con el que lleva ahora.

Carlos no ha querido gastar energías en ello mientras la competición estuvo en marcha pero sabe que es una cuestión que está ahí. Hasta la segunda semana de julio, cuando deberá presentarse de vuelta en las instalaciones de Paterna, tendrá tiempo -aproximadamente un mes- para valorarlo con calma y debatirlo con su gente de confianza: sus padres y su hermano Alejandro, que le acompañan en cada paso. El cambio no es un asunto baladí. Cuando se trata de una elección de este tipo muchos jugadores muestran su vertiente más maniática, especialmente si el rendimiento con él ha sido bueno... Como si fuera a tener un impacto en el transcurso de las cosas.

Cuando en su día le dijeron que debía cambiar el '28' por el '18' ya no le hizo demasiada gracia, de hecho si hubiese dependido de él lo hubiera mantenido, pero la normativa obliga a llevar un dorsal entre el '1' y el '25' cuando un jugador pasa a tener ficha de primera plantilla y no le quedó otra opción. Su irrupción, naturalmente, no se vio ni mucho menos afectada por el cambio. Justo todo lo contrario. La influencia de Carlos en el equipo siguió aumentando y esta temporada -la segunda en la élite, la primera completa- ha seguido consolidándose como uno de los activos de mayor proyección del panorama nacional respondiendo además ante un desafío mayúsculo como es jugar en la banda.

Le ha ido bien hasta la fecha

Al canterano le gusta el '18', está a gusto. Le ha ido muy bien hasta la fecha desde que lo estrenó en febrero de 2017. Con él a la espalda ha crecido, se ha clasificado para disputar la Champions la próxima temporada, ha ido a la selección Sub-21 y se ha ganado la consideración de futurible como meritorio de la Roja pero no cierra ninguna puerta. El 'suyo', antes de que tuviera un número asignado por posición en las últimas categorías de la Academia, siempre fue el '10'. Lo llevó hasta infantiles y lo tiene incrustado en su nombre de usuario en las redes sociales, si bien esa no es una alternativa real porque lo lleva Parejo.

Le atrae el '8' y queda libre, como ya sucedió el pasado verano. Entonces se lo planteó pero la voluntad de Medrán -después saldría cedido al Alavés y en invierno lo heredó Vietto-, mezclada con las connotaciones que puede tener un número de tanto peso llevando solo unos meses en la primera línea, le disuadieron de elegirlo en primera instancia y luego, tras la marcha del cordobés, ya era tarde: había arrancado LaLiga con otro número. La suya ha sido una de las camisetas más vendidas. La mezcla con el dorsal '8' podría ser la bomba.